Es ciertamente inimaginable hoy en Argentina lograr lo que Kip Cullers, productor agropecuario de Missouri, alcanzó en su chacra: un rendimiento récord del cultivo de soja de 104 quintales por hectárea.
El agro integrado: un gigante imparable, que demanda reglas claras
El sector agroindustrial argentino continúa fortaleciéndose. La molienda del complejo aceitero nacional repuntó en septiembre, impulsada por la entrada de 633 mil toneladas de soja desde Paraguay, Bolivia, Brasil y Uruguay.
Agro17/11/2024TribunaPor Raúl A. Martina*
El sector agroindustrial argentino continúa fortaleciéndose. La molienda del complejo aceitero nacional repuntó en septiembre, impulsada por la entrada de 633 mil toneladas de soja desde Paraguay, Bolivia, Brasil y Uruguay. Gracias a estas importaciones, sumadas al avance de ventas de productores locales, el sector mostró una tendencia positiva, según el Monitor Agroindustrial elaborado por la Cámara de la Industria Aceitera y el Centro de Exportadores de Cereales y Oleaginosas de la República Argentina. Con este impulso, el Uso de Capacidad Instalada (UCI) del complejo aceitero aumentó del 55% al 70%, evitando una posible falta de ingreso de soja local, dinamizando la actividad y generando empleo en el país.
Este dato refleja una realidad fundamental para el sector agropecuario nacional: necesitamos agregar valor a nuestra producción primaria. Indudablemente este aspecto no está en discusión.
Aunque el productor argentino cuenta con la soja, más allá que los volúmenes no son los de otras campañas debido a los períodos de intensas sequías soportadas en las últimas tres campañas agrícolas, elige como medida de resguardo no vender, usándola como su respaldo financiero, es decir canjea insumos y ajusta sus entregas en función de las demandas de su economía doméstica, especialmente en un contexto en el que su valor está limitado por más de un 32% de retenciones, “la pata del Estado Nacional” que nuestros vecinos exportadores Paraguayos, Brasileros, Bolivianos y Uruguayos no tienen que soportar.
Para motorizar las ventas y que sigan las inversiones, las condiciones deben ser atractivas y serias. Nadie invierte para perder, o para que de antemano frente al Estado además de la batería de impuestos rutinarios le entregues un tercio de tus ingresos, con la promesa que lleva mas de 20 años, donde el pedido era claro: “les sacamos al sector para salir de la pobreza, el déficit, generar empleos genuinos y sacar el país adelante”. La entrega estuvo desde el sector y los problemas sólo se agravaron. ¡¡Estratagema que ya no es posible soportar!!
El interrogante que me planteo entre otros es saber si nuestros amigos del MERCOSUR recibieron en sus bolsillos lo que cobra el chacarero argento luego del descuento por el impuesto distorsivo de las retenciones.
De no ser así: ¿La industria paga a los de afuera lo que corresponde y a los propios les pide que vendan para no quedar ociosos? Paradójicamente los desequilibrios nos terminan demostrando que quienes dictan las normativas de funcionamiento del país no conocen de campo, o más bien deberíamos estar presentes en los ámbitos de toma de decisiones que afectan al sector, y, a la vuelta de la esquina, a las economías del interior.
La noticia abre indudablemente varios frentes, y, al mismo tiempo, es de destacar claramente que las inversiones del sector privado nuevamente ponen de relieve el rumbo a potenciar, ya que, nuestro Complejo Aceitero Agroindustrial se ha transformado en el más imponente de América Latina, y nos permite procesar el poroto de soja que importamos, en harina y aceite para exportación, agregando valor y generando ingresos para el país. Este modelo demuestra que el sector agropecuario integrado es clave para la economía nacional, ya que incorpora tecnología de vanguardia, desde maquinaria y biotecnología hasta el conocimiento, el control satelital y aplicaciones saludables en la industria agroalimentaria.
Es importante destacar que no es lo mismo exportar porotos de soja que vender su harina y aceite. La producción agroindustrial genera puestos de trabajo calificados, cada vez más demandados en el campo argentino. Nuestro sector no necesita jóvenes con “azadas y cantimploras” carpiendo surcos bajo el sol, sino jóvenes formados en tecnología, alimentación y gestión de recursos productivos. Son estos jóvenes los que pueden mejorar y expandir el legado productivo que abuelos y bisabuelos trajeron del viejo continente espantados por el Hambre y la Guerra a la Pampa Argentina que la hicieron “Pampa Gringa”, y son ellos los que garantizarán un futuro próspero para nuestro sector agropecuario y agroindustrial. Celebremos que hacia fines de septiembre y principios de octubre logramos exportar más de 520 mil toneladas de aceite y 2,4 millones de toneladas de harina de soja, consolidando el papel del agro como motor de la economía nacional. En un país que tanto necesita dinamizar su economía, el sector agroindustrial integrado es una fuente de oportunidades y de crecimiento.
Para concluir, quisiera rescatar el legado de Juan Bautista Alberdi, quien, pensando en el futuro de la nación, expresó: “si más de un joven prefiriese quedar señor de sí mismo en el gobierno de su propia granja o propiedad rural, la patria quedaría desde entonces colocada en el camino de su grandeza, de su libertad y de su progreso verdadero”. A los jóvenes del agro les comparto con pasión: que elijan ese camino de crecimiento y libertad, porque el campo argentino los necesita para seguir avanzando.
*Ingeniero Agrónomo M.P. 1442
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