Sin discusión y en forma “Unánime”, Roxana Amed presenta un excelso álbum de jazz iberoamericano

Artes y Espectaculos 08 de octubre de 2022 Por Tribuna
Columna de Maxi Carranza ([email protected])
ARTES Amet

Radicada en Estados Unidos desde 2013, la cantante y compositora argentina Roxana Amed acaba de publicar Unánime, el octavo álbum de su carrera. El material posee un repertorio de 10 temas que recorre obras de autores diversos, desde Miles Davis hasta Luis Alberto Spinetta, pasando por Egberto Gismonti y la propia Amed. Además, el disco cuenta con una constelación de invitados, que incluye a Chucho Valdés (Cuba), Pedro Aznar (Argentina), Niño Josele (España), Chico Pinheiro (Brasil), Julio Reyes Copello (Colombia), Tony Succar (Perú) y Linda Briceño (Venezuela). 

La vocalista viene de ganar un Premio Gardel de la Música con su trabajo Ontology, editado el año pasado, en la categoría Mejor Álbum de Jazz. Con esta obra también estuvo nominada a dos  Latin Grammy 2021 en los rubros “Mejor Álbum de Jazz / Jazz Latino” y “Mejor Arreglo”. TRIBUNA conversó en exclusiva con la vocalista, quien se refirió a su reciente trabajo y también a su pasión por la literatura.

-¿El título del disco  salió rápido o lo tuviste que pensar  mucho?  
    -No fue inmediato aunque al disco lo grabé bastante rápido. En el 2020 produje Ontology, un álbum que me llevó bastante tiempo y tuvo mucha precocción. Ontology empezó, de algún modo, una conversación con los medios acerca de lo que era el concepto del latin jazz. Para muchos el latin jazz es caribeño -cubano o portorriqueño- vinculado a ciertos ritmos. Yo siempre decía que hay muchas formas de mezclar el jazz estadounidense con la música latinoamericana, lo que ha pasado en Argentina y otros lugares. En enero me planteé grabar un disco con invitados y canciones que se puedan hacer estilísticamente desde esta fusión. De ahí el título Unánime, para que nos represente, reuniendo a todos en una sola voz. Quería un título en castellano para reflejar lo que pasa en el mundo hispano.

-Más allá del jazz y el folklore, siempre has grabado temas de rock nacional.  
    -En este álbum no hay mucho rock salvo el tema de Spinetta “Nueva luna, mundo arjo”, que fue uno de los adelantos. Como es un disco que trata de representar a Iberoamérica, quería que cada canción mostrara algo de la naturaleza musical  de cada país. Me pareció que ese tema estaba dedicado a  la esencia argentina y que el invitado tenía que ser Pedro Aznar. Más que nada por la larga relación que tengo con Pedro (N. de la red: Aznar fue el productor de los primeros discos de Roxana Amed) y porque  fue el primer artista argentino que inició un trabajo en la fusión  cuando tocó con Pat Metheny Group en Estados Unidos. Pedro no fue el único pero se lo conoce por su aporte en la banda de Metheny.

Llevar la música argentina
-¿Cómo opera la memoria emotiva con la música viviendo en el exterior?  
    -Cuando me fui tenía una carrera hecha y conocía muy bien el folklore, además de haber grabado rock argentino. La música del país de uno no se te va nunca: la tenés en la voz, las manos, en el corazón y la memoria. Siempre eso anda solo. Canto folklore desde que tengo cuatro o cinco años por mi papá. El folklore era mi música principal. Tardé en encontrar el jazz y cuando lo descubrí, siendo adolescente, me deslumbré. No podía viajar a estudiar por falta de dinero y me formé como pude. No pensé que la vida me iba a dar la oportunidad de estudiar en Estados Unidos, conseguir becas y también poder enseñarlo. Ha sido como un regalo de la vida. Aun reconociéndome como una persona que ama el jazz americano siempre quiero hacer música argentina en mis discos. No me quiero desentender de mi raíz ni de mi castellano. Acá trabajo con gente de muchas partes y aun mantengo mi acento porteño bien sanito, para no olvidarme de donde soy. Sigo queriendo llevar la música argentina a todas partes.

-¿Costó seleccionar los temas y hacer los arreglos del álbum, ya que también fuiste la productora?  
    -No quería  un compilado loco, un cocoliche todo mezclado. Quise elegir algunas canciones y tener invitados. Después cantar y arreglar esa música con mi propio sonido. Si no era como hacer un catálogo con un tema de cada país y terminar haciendo algo tipo World Music. En definitiva soy yo la que al cantar uní todo y eso es lo que me interesaba hacer como artista. Tomar una canción de México y usar mi inflexión, mi fraseo y por supuesto mi acento. En el caso de “En mi soledad” era un bolero y no lo quise hacer así, lo transformé en una balada de jazz. Lo que tampoco es raro, porque en esa época todas estas músicas estaban cerca. En el disco que hicimos con Adrián Iaies hay un tango-canción llamado “Cuando tú no estás”. Cuando canto eso no lo hago como un tango sino como una balada de jazz y lo mismo hice con “En mi soledad”. 

-¿Cómo fue la experiencia de hacer canciones para otros artistas?  
    -En la industria musical empecé trabajando para otros, primero con Cachorro López porque él estaba buscando temas para Diego Torres (N. de la red: Roxana Amed es una de las coautoras de hit internacional “La última noche”) y ahí comencé a escribir. Después vino lo de Sandra Mihanovich, Los Tekis, Luciano Pereyra y con el tiempo me fui yendo para otro lado. Me gusta componer para otros  y de hecho enseño a cantar muchos géneros además del jazz. Toda la música es linda si está bien hecha pero siempre tiene que haber innovación. En el  jazz pasa un poco con algunos ortodoxos, quienes dicen que para cantar no podes salir del repertorio tradicional y en inglés. Los estándares de jazz que le decimos. No creo que sea así porque desde el principio el jazz empezó a romper las estructuras y fueron haciendo cosas nuevas. Amo lo tradicional pero me gusta correr algún riesgo. Todos copiamos para aprender pero si voy a sacar un disco, hay que encontrar un lenguaje propio.

-Estudiaste Literatura e hiciste un posgrado. Además grabaste un disco con Frank Calberg musicalizando poemas de Alejandra Pizarnik. ¿Qué estás leyendo en estos momentos?
    -Es una excusa mala pero he dejado de leer y me siento mal. Han sido años muy intensos, que dieron frutos maravillosos pero la música se comió todo. Soy profesora de Castellano, Literatura y Latín egresada del Nacional Joaquín V. González de Buenos Aires. Después hice un posgrado donde empecé a investigar en literatura Española contemporánea y ahí me enamoré de Alejandra Pizarnik y Olga Orozco. Luego le mostré algunos poemas de Pizarnik a  Frank Carlberg  y ahí grabamos  el disco La sombra de su sombra (2011). A fin de año sale la segunda parte, que se va a llamar Los trabajos y las noches, que es uno de los poemas que elegimos. Lo grabamos en Nueva York. También hice un secundario con orientación docente sin saber que me gustaba dar clases. La docencia me gusta tanto como pararme en un escenario. 

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