La guerra, el peor cáncer

Artes y Espectaculos 14 de septiembre de 2021 Por Tribuna
Comentario del documental "Esquirlas", dirigido por Natalia Garayalde.
esquirlas

Por Mario Trecek 

Los riotercerenses, valga paradoja, fuimos carne de cañón, de nuestro propio sustento, las armas. Nos autoflagelamos, nos infringimos el dolor, que le propiciamos a otros, por ejemplo a los peruanos, y ni hablar de los habitantes de los Balcanes, donde los techos como los de las familia Garayalde, fueron horadados, perforados, como todo su cuerpo social, dejando un hueco difícil de colmatar, de cicatrizar.
Una película emotiva y conmovedora. Un padre regala una filmadora, y desde ahí, los niños jugando como si fueran representantes del Dogma 95 a Lars von Trier y Thomas Vinterberg cumplen a rajatablas una de las diez reglas que se deben respetar, el "Voto de Castidad": los rodajes tienen que llevarse a cabo en locaciones reales. No se puede decorar ni crear un "set". Y Natalia Garayalde y equipo, lo cumplen a rajatablas, nada inventan, no arman escenarios, toda la ciudad lo fue, todos fuimos protagonistas, y valiéndose de imágenes privadas, como colectivas, arman un rompecabezas, un montaje, un puzle que se cayó de la mesa, y hay que rearmar. Desde su familia, pero a través de ella, la familia riotercerense, se muestran en un antes y un después. Un damero estallado, un recorrido urbano destruido.

Esta película fue premiada en Corea del Sur, y de ahí que tomo las palabras del filósofo surcoreano, Byung-Chul Han de su ensayo Topología de la violencia que plantea: “Tanto la violencia como el poder son estrategias para neutralizar la inquietante otredad, la sediciosa libertad del otro” y eso hizo la violencia con nosotros, nos sacó de la ciudad bucólica del progreso, para ponernos en el “Noveno círculo” parafraseando a la novela escrita por Esteban Garayalde, padre de la directora.

Dante en la Divina Comedia ubica en el Noveno Círculo a los traidores, a quienes diferencia de los simples fraudulentos, y en el Código Penal Federal, en su segundo libro, artículo 386, condena a aquellos que cometen el delito de engañar y aprovecharse del error ajeno, y con lucro indebido además. ¿Por qué vivían y viven tan cerca de los polvorines? Pregunta recurrente fuera de los límites de Río Tercero. El padre de familia, el médico, en el documental, esboza una respuesta muy pertinente.

Si supiéramos los que nos va a pasar, nos paralizaríamos, pero por suerte a la vida la transitamos, como las tres hermanas y hermanito, con sus progenitores, Esther y Esteban, como una familia Ingalls, pero de pronto la vida te da sorpresas. Crecen los niños, la vida acontece, y con ellos explota e implosiona simultáneamente en lo físico como en lo espiritual, dejando secuelas en el cuerpo individual, como social. Que iba a saber Nico Garayalde, cuando jugando con la play, le dice al padre inocentemente que a él le quedan 3 vidas, ¿querés jugar vos? Qué iba a saber que su padre moriría a los pocos años de cáncer, a igual que Carolina, la hermana que no quería que la filmaran, la que estaba siempre saliiéndose del cuadro, que no la enfoquen, y solo quedaron ocho escasos minutos de imágenes de una vida que también como metástasis, como foto carcomida por el ácido revelador de la fatalidad, la sacaría del cuadro familiar, pero no de los afectos, como aquella toma donde en la escuela Nicolás Savio, del barrio Fabrica Militar donde la Tía Mirtha era la directora, saludaría como un adiós eterno.

Las imágenes que muestra la película, las hemos visto cientos de veces los riotercerenses. Los integrantes del Grupo un Cauce Común, grupo interdisciplinario cultural, llevamos a todos los pueblos vecinos, música, pinturas, poemas, esculturas, y hoy están en el Museo Histórico de la Casa de la Cultura.  Proyectamos algunas de estas imágenes, hasta presentarlas en el Teatro El Libertador en Córdoba capital. Esta película contextualiza, lleva de lo mínimo a lo máximo, de lo privado a lo colectivo, con ternura. Te hace llorar pero también saca una sonrisa cómplice, porque en medio del horror, el humor encuentra su espacio. También la bronca, como cuando vemos a Menem y Mestre padre, con la perversa recomendación, mejor dicho imposición “Ustedes como periodistas tienen la obligación de decir que esto NO fue un atentado” con una sonrisa cínica, igual de perversa, como la del juez que como un “gentleman” con un sobretodo a los hombros, porque buen gusto para empilchar tiene, pero no para impartir justicia, muestra una sonrisa socarrona, de altanería: miren como les contesto, sin ponerme colorado, y hasta el periodista más atrevido, se queda con una repregunta atragantada. Hoy le llamamos posverdad: Los 90, fue el inicio descarado del neoliberalismo, que hoy lo vemos en los políticos, que mienten sin ruborizarse.

La película tiene codas y cotos. El coto es su casa, su ciudad. La coda, es el testimonio importante de Omar Gaviglio al cual también el cáncer le hizo una mala jugada, nos relata el contexto fabril, y la demostración de la imposibilidad de que una chispa haga detonar el tambor de trotyl, y el testimonio de la única querellante, la Dra Ana Gritti, inevitable, por su capacidad de poner el foco, en donde había que ponerlo, y también puso su cuerpo, hasta el último día de su vida cuando el cáncer no se lo permitió más. Causa que logró instalar a nivel nacional, como hoy lo hace esta película. 

Este film documental propone una mirada actual sobre las permanentes emanaciones de fósforo, fósgeno, nítrico, sulfúrico, 2-4 D y otros. Y sobre todo, la gran pregunta, y el acicate, para una segunda entrega, la ruta “Balcanes”. Un interrogante de la directora: ¿Si el pueblo peruano, nos mira con recelo, cuál será la mirada de los Croatas, sobre los causantes indirectos de tanto dolor, muerte y desolación? 

Tengo un taller de marcos, y recuerdo que un operario de FM enmarcó unas fotos trofeo, de su viaje como “casco azul” a los Balcanes o como instructor, ?para que los unos mataran a los otros con mayor eficacia? Y despanzurrarles la casa con una bomba 35mm, como le sucedió en barrio Villa Zoila, a la casa de los Garayalde o la del noticiero de “Cablín” en la película, donde los reporteros de guerra, al modo de Mónica y César, Nati y Nico, no encontraban la casa de una amiga, o vecina. ¿Porque no la reconocían, o estaba totalmente derrumbada?

La productora: Eva Cáceres. Los montajistas: Julieta Seco y Martín Sappia y el otro crédito valioso, Juan Bianchini, en la fotografía, han hecho de este producto fílmico un aporte valioso, gracias entre otros aportes del INCA y el Polo audiovisual de Córdoba, producto que ha sido reconocido en el festival Internacional de Cine de Mar Del Plata, y muchísimos otros.

Película con una trama, un relato, que logra que lo íntimo, la foto familiar, se expanda, con ternura, suave como el conejo que participa en las imágenes triscando el pasto del patio, alrededor de la pileta de natación donde antes los chicos chapoteaban y luego, como toda la ciudad, fuera un pozo lleno de ramas y cicatrices de bombas sin estallar, durmiendo un horror, que de despertar, sería nueva pesadilla, una esquirla incandescente. Esquirlas, palabra que no figuraba en el diccionario de los habitantes de nuestra ciudad. Escribí mi poema Implosión a las 48hs del estallido, e inmediatamente fue canción compuesta por Alberto Fernández, y cantada por Guillermo Vigliecca: Huíamos de las esquirlas. Sí, de las / esquirlas. ¡Cuidado con las esquirlas! / Pudo ser tarde para todo. 

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