Te espero en la esquina de Segurola y La Habana

Artes y Espectaculos 23 de enero de 2021 Por Tribuna
Por Mario Trecek. Especial.
ARTES Trecek

Cuando niños la maestra te mandaba al rincón, donde dos planos se encuentran, y luego jugás con los amigos en la esquina donde había luz. Cuando adolescente, citás a la chica en una esquina, pero oscura. Cuando adulto, hacés una cartografía de la ciudad en que se vive, y se elige un bar. En lo urbano se da el fenómeno de las esquinas. El damero nos permite como lo hizo Walter Benjamín en París, orientarnos en cada urbe. “Perderse en la ciudad es como perderse en un laberinto”. Es necesario el hilo de Ariadna, un Google maps, un GPS para descubrir los “Pasajes” y diseñar una sociología de las conductas tanto individuales, como colectivas.Todos queremos parecernos a Homero, pero Manzi, y tomar un café, un vino o una birra, y ser poeta como el santiagueño, para escribir una canción “San Juan y Boedo antiguo, cielo perdido, / Pompeya y al llegar al terraplén, / tus veinte años temblando de cariño / bajo el beso que entonces te robé” que canta hasta las lágrimas el “Polaco” Goyeneche, en la película de Pino Solanas.

O sentarse en un bar “a ver a la gente pasar” como en la canción de Andrés Calamaro “El ritmo del lunes” plantado en “Pueyrredón y Santa Fe, para ver porqué vereda camina Ud” o poner una cámara, como lo hace Auggie Wreng en la película “Smoke” Calle 3 esquina Séptima Avenida, durante cuatro mil mañanas. Le dice a Benjamin el coprotagonista, que es solo una pequeña parte del mundo, pero también allí pasan cosas, igual que en cualquier otro sitio. “Es un documento de mi pequeño lugar”. El personaje de Paul Auster reflexiona: “Tienes gente con abrigo y botas impermeables y gente con pantalones cortos y camiseta. A veces son las mismas personas, otras veces son diferentes. Y a veces las personas diferentes se convierten en las mismas y las mismas desaparecen. La tierra da vuelta alrededor del sol y cada día la luz del sol da en la tierra en un ángulo diferente”

En Río Tercero, la esquina más tradicional, es el Bar Avenida donde el “Chiche”, personaje del pueblo, siempre estaba y Manuel Esnaola le escribió un poema canción, que en dúo con Franco Ingaramo -“La máquina de los dinosaurios”- le tributan. Bar donde los parroquianos de siempre se sientan a ver quién pasa. Ver y ser visto. Es el faro. Punto estratégico porque allí nace la principal arteria, la calle “Libertad” que nos lleva a la “Esperanza”. Aunque la esquina Perón y Balbín es la más paradójica, parecen antagónicas, pero ambas, inexorablemente nos llevan a un mismo destino, el río. Es como la Plaza Vicente Mojica de Río Cuarto, que en la novela de Pablo Dema “La canción de las máquinas” te conmina a dar vueltas en círculos, donde no hay esquinas, y la vuelta del perro se hace eterna, viciosa. Salvo los pocos alumnos de la nocturna, que como la poeta Elena Berruti, eligen ir a Constitución y San Juan, a la Panadería Petrazzini para los mejores bizcochos, o criollos, como les dicen en “Córdoba Capital” 

La “Docta” tiene esquinas emblemáticas como campanas. Me detendré en dos que tienen esculturas. La de Daniel Salzano en el Sorocabana (San Jerónimo y Buenos Aires) y la de uno de los protagonistas del “Cordobazo”, la de Agustín Tosco (Bv. San Juan y Avenida V. Sarsfield).Ésta última vandalizada por la marcha anticuarentena del #17A.

En el Sorocabana me siento a tomar un café, como aquella mañana cuando lo entrevisté a Daniel Salzano, gracias a la gestión del artista plástico y amigo Sergio Blatto. Abrir “La Mañana”, leer el “Hoy Día Córdoba”, hojear “La voz” por las dudas aparezca todavía “Quiénes y cuándo”. Él que como buen “Flâneur” a lo Charles Baudelaire, escrutó, observó y advirtió que no es lo mismo “La gran manzana jesuítica” que San Vicente y que sacar a pasear el perro, es bueno, pero es mejor dar una vuelta a la manzana con un libro. En vez de sacudirlos con el plumero, siempre en el mismo sitio “a los libros no se los golpea / a los libros / cuando tienen miedo de morir / se los saca a pasear / y se les habla / ésta es la calle Rivera Indarte / librito / este es el Banco de la Nación Argentina / librito / Córdoba tiene 1.480.034 habitantes / librito / y todos necesitamos un poco de ternura”. Tomo el celular, busco en Youtube a Jairo, así somos tres para disfrutar esta ciudad, y recordar otra esquina, Corrientes e Independencia -séptimo C- cuando a la mañana me despertaban las campanadas del Monserrat, en el departamento de mis tías solteras, donde pasé momentos felices.

La otra esquina famosa es la de la Casa Radical, o si querés algo más frívolo el Patio Olmos. Allí para el cierre del Congreso de la Lengua Española, post cierre apoteótico de María Teresa Andruetto, nos tomamos un café con ella y Claudio Suárez en el bar de ingreso. Cuando “La Tere” o “la Gringa” como le dice “El negro” Claudio, planteó con contundencia y dulzura, ciertas cuestiones a la Real Academia Española. Esquina testigo de las grandes trifulcas citadinas, la meta de todas las marchas sindicales, estudiantiles, de género, y la de cada 24 de Marzo por juicio y castigo, y Derechos Humanos.

Recién mencioné a Jairo, y esto me lleva a Buenos Aires, porque fue él que puso la voz, junto a Daniel Binelli y Lito Cruz, a una suite de Jorge Luis Borges y Astor Piazzola, “El hombre de la Esquina Rosada”. El cuento narra que en el “salón de Julia” hay un entrevero entre Francisco Real El Corralero, pituco de Barrio Norte que se hace el matón, Rosendo Juárez, conocido como El Pegador, elemento de choque de un político que maneja el cuchillo como ninguno, y La Lujanera la prostituta más codiciada, y un cuerpo muerto, arrojado por la ventana, al arroyo Maldonado. Pero habrá una cuarta pata, la literaria, la del narrador, que mata y hace vivir gente con total discrecionalidad, y se adjudica la heroicidad del asesinato, sabe que “el hombre es parecido a su voz” ¿Del que narra, del que mata? ¿Testigo, cómplice o autor?

En estos tiempos de pandemia y de debate sobre la vacuna rusa, (Sputnik si, Sputnik no) recuerdo la canción de Mateo Sujatovich, de su disco “Conociendo Rusia”. En el videoclip, el protagonista revisa las stories de Instagram de una chica y canta “y me gusta pensar / que nos vamos a encontrar /en la esquina de Cabildo y Juramento. Pero la esquina más famosa, es la de Segurola y La Habana. Paso a detallar.

Nada hacía suponer al periodista Tití Fernández de lo que iba a vivir en su entrevista con Charly García, Claudia Villafañe y Diego Armando Maradona. Pocas horas de su llegada a Boca, después de catorce años, y con la diplomacia que le caracteriza hasta su muerte, el Diego se la agarró con Julio César Toresani director técnico de Colón de Santa Fe. Estaba recaliente y le dijo “Segurola y Habana 4310, séptimo piso. Y vamos a ver si me durás 30 segundos”. A quién se le ocurre, tirar en televisión abierta, la dirección de un astro. En plena Villa Devoto, desde entonces es la esquina simbólica para “cagarse a trompadas” como cuando éramos niños y dirimir cualquier diferencia.

Hablando de trompadas, y de cross a la mandíbula, cómo no mencionar a Roberto Arlt, y la esquina de Diagonal Norte y Suipacha, para recrear la escena en la que cae asesinado Haffner, el “rufián melancólico”, uno de los protagonistas de “Los siete locos”. Y concluir que toda esquina es preferible, para los duelos pugilísticos, como verbales. Justo en Diagonal Norte, donde estaba el Teatro del Pueblo, que dirigía Leónidas Barletta, del Grupo de Boedo, y donde Arlt llamaba con una campana, en la esquina, para conseguir espectadores.

Por eso te digo, a vos “turrito”: Te espero en la esquina, y ahí vemos si es punto de encuentro, o de fuga.

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