El Debate sobre Seguridad, Usos Responsables y Eficacia en el Control de Plagas

Locales 17 de marzo de 2024 Por Tribuna
En tiempos de “mosquitos y otros bichos”, los invito a reflexionar sobre la llegada de un principio activo que se encuentra presente en nuestros hogares, automóviles, cajas de pesca y otros lugares de fácil acceso.
NOTA MARTINA AGRO

Raúl A. Martina
Ingeniero Agrónomo M.P. 1442
Asesor Fitosanitario Provincial

En tiempos de “mosquitos y otros bichos”, los invito a reflexionar sobre la llegada de un principio activo que se encuentra presente en nuestros hogares, automóviles, cajas de pesca y otros lugares de fácil acceso.

En el Antiguo Egipto, miles de años antes de la llegada de Cristo, se quemaba aceite de ricino, de olor desagradable, para ahuyentar insectos molestos. En América, los nativos descubrieron que el humo producido por la quema de raíces de ciertos vegetales de la selva repelía a los zancudos. La ARTEMISIA, un combustible eficaz según registros históricos, atrajo incluso a los caballos salvajes hacia los fogones para evitar picaduras en sus pieles. Este ingenioso método no solo resolvía problemas con los insectos, sino que también se convirtió en un procedimiento habitual para atraer, domar y montar caballos, sumándolos así al ambiente de trabajo de las tribus nativas.

El “piretro”, una planta originaria de Croacia se presentó como el primer ahuyentador oficial de insectos y fue utilizado en mezcla con aceite por el ejército de Napoleón durante sus campañas en Europa y África.

Si le dijéramos a nuestros vecinos que vamos a utilizar una sustancia química sintetizada en laboratorio llamada DIETIL-META-TOLUAMIDA, seguramente surgiría desconfianza y negación de su uso. Sin embargo, este compuesto, que hoy en día es el repelente más común en todos los aerosoles, tuvo su origen en la necesidad urgente de los soldados norteamericanos durante la Segunda Guerra Mundial, de evitar los mosquitos. En aquellos territorios de combate, se enfrentaron a un enemigo inesperado que les transmitía enfermedades como el paludismo, el dengue y la encefalitis, por citar algunos ejemplos.

La DEET, cuya formulación se inició en 1942 bajo ensayos normativos entre científicos militares y desarrolladores del Departamento de Agricultura de los Estados Unidos, ha evolucionado a lo largo de los años. Inicialmente concebida como un producto fitosanitario para el sector agrícola, las investigaciones posteriores concluyeron que, en dosis ajustadas, podía aplicarse sobre la ropa o directamente sobre la piel humana. Hoy en día, la DEET es el compuesto más estudiado y utilizado, al punto de que el "repelente de los soldados" se considera seguro para el uso humano, incluyendo niños y mujeres embarazadas. Tal cual lo destaca en comentarios oportunos, el Columnista Mariano Chaluleu del Diario La Nación.

Deberíamos reflexionar sobre el uso de moléculas químicas sintéticas, que, tras ser ampliamente estudiadas, nos ayudan a resolver serios problemas. Depende de nosotros cómo las percibimos: algunas son aceptadas de manera natural, mientras que otras son resistidas, a pesar de los análisis y tecnologías que respaldan su uso, distribución, aplicación y degradación poco contaminante.

Para cerrar mi columna, comparto una frase de reflexión de Anna Freud, psicoanalista austríaca e hija del renombrado Sigmund Freud: "Muchas cosas se vuelven problemáticas por una sola razón: el descontento con uno mismo".

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