Soledad Francisetti: “Tratamos a los niños como objetos”

Locales 13 de agosto de 2022 Por Tribuna
Entrevista a la titular de la sede local de la Defensoría de los Derechos de Niños, Niñas y Adolescentes.
LOCALES - Francisetti

A raíz del suceso de violencia familiar que esta semana alcanzó repercusión nacional, TRIBUNA se propuso charlar con alguien que convive de manera cotidiana con la problemática.

Desde 2018, la Defensoría de Derechos de Niños, Niñas y Adolescentes tiene su subsede en Río Tercero, aunque el radio de acción abarca a todo el departamento Tercero Arriba y por ahora Calamuchita, que aún no tiene sede propia.

“Nuestro objetivo fundamental es el control del resto de las instituciones que forman parte del sistema de protección integral de la niñez y adolescencia para garantizar el acceso a sus derechos”, resume su titular, Soledad Francisetti.

“Es una tarea compleja porque aveces, el día a día, lo urgente, demanda un tiempo que no permite dedicarse tanto a cuestiones de planificación y promoción”, admite la abogada.

Teniendo en cuenta estos obstáculos, Francisetti valora esta oportunidad de exponer una vez más la cuestión, de manera pública.

También se muestra entusiasmada con el Proyecto MUNA (Municipio Unido por la Niñez y Adolescencia) presentado recientemente, que siguiendo lineamientos de Unicef, buscará implementar políticas de Estado.

-¿Cómo estamos tratando a nuestros niños?
    -Como objetos. De la misma forma que nos tratamos entre nosotros. Parece que los niños son propiedad de cada familia y nadie tiene por qué involucrarse y decirle que pueden y deben hacer. Eso es lo que dificulta tanto nuestra labor a la hora de poder prevenir situaciones como la que se vivió en estos días. Como sociedad nos debemos un replanteo de qué valores tenemos a la hora de tratarnos entre los seres humanos. La violencia está instalada socialmente, no es algo que solo ocurre dentro de los domicilios o un lugar determinado. Hemos olvidado que la forma de vincularnos es el diálogo, evitar el conflicto a partir de entender al otro, poder vincularse desde la empatía. La muestra que damos a nuestros hijos es la de naturalizar el enfrentamiento.

-Lo que ocurrió esta semana, ¿es más frecuente de lo que imaginamos? 
    -Lamentablemente, si vamos a los datos de la Justicia, entendemos que son más frecuentes de lo que uno quisiera escuchar. Para nosotros es difícil sorprendernos de la escalada de violencia en situaciones familiares y ya parece moneda corriente.

-¿Están pudiendo advertir la mayoría de estos sucesos?
    -La pandemia ha sido agravante de las situaciones de violencia y abuso porque el encierro las ha complejizado ya que el contacto que pueden tomar con esos niños, organismos como pueden ser las escuelas, no fue el habitual. Ellos buscan referentes adultos en quienes confían para buscar ayuda y estuvieron mucho tiempo aislados de ese círculo donde depositar sus miedos. La vuelta de la escuela o los clubes, vuelve a poner sobre la mesa, situaciones que se agravaron durante ese período pero siguen estando. Por eso resaltamos la importancia de poner foco en la promoción y acercarnos a la comunidad, eso ayuda a que los niños y adolescentes nos hagan llegar su pedido de ayuda. 

-¿Cómo evoluciona la problemática en esta nueva normalidad?
    -Este año comenzó un poco más tranquilo en cuanto al volumen pero con casos más complejos, como por ejemplo, los relacionados con la salud mental de los adolescentes, en cuanto a internaciones, autolesiones, dificultades a nivel educativo. En esto se concentra el mayor crecimiento en cuanto a la demanda con respecto al año anterior.

-¿Se puede asociar la violencia a la condición social de las familias?
    -No hay una cuestión correlativa ni muchos menos socio-económica, pero si cultural que reproduce la violencia de manera sistemática como una cuestión aprendida. Si una persona naturaliza que la manera de manejarse y educarse fue a través de los golpes, el insulto o la descalificación, sería casi milagroso que no lo reproduzca en su familia. Hay que romper patrones culturales para que deje de ocurrir.

-¿Cómo está Río Tercero con respecto a la región?
    -Cualitativamente, la ciudad está en un escalón más arriba por contar con un sistema de APS (Atención Primaria de la Salud) que se sostuvo como política de Estado y sumado a otros organismos de protección, hacen que por la cercanía territorial con profesionales y equipos técnicos, podamos abarcar una mayor cantidad de situaciones de vulnerabilidad. Por ejemplo, en Calamuchita, muchas localidades que no cuentan con esto y eso dificulta el acceso a los derechos que estamos hablando porque para atender sus necesidades deben trasladarse o esperar un determinado tiempo hasta que llegue un profesional. Esa igualdad es la que necesitamos en cada comuna o municipio, con un área específica que pueda trabajar.

-¿Hace falta comprometerse más como sociedad?
    -Acá en la Defensoría, muchos de los pedidos de intervención se generan a partir de la comunicación de personas con compromiso social, como vecinos, amigos o que concurren a un mismo espacio. Es loable cómo actuaron las personas a la hora de proteger este niño, para poner en relevancia el compromiso que tenemos todos como seres humanos dentro de una sociedad. Yo comprendo el temor de la gente para denunciar, porque se sepa quién lo hizo, pero el mecanismo anónimo está en cualquier lugar que se acerque a comunicar estas situaciones de vulneración, está garantizado el resguardo de la identidad. Hay que pensar que el bien superior es la protección de un niño o adolescente. Debemos volver a entendernos como sociedad, necesitamos del otro y saber que contamos con eso.

-¿Qué futuro avizora de la sociedad en función de los niños que estamos criando hoy?
    -Es difícil plantearlo porque los adultos estamos haciendo las cosas mal. Debemos desde nuestro lugar, garantizar que vamos a hacer lo imposible por modificar sus vidas. Pero cada vez que vamos a una escuela o tenemos la posibilidad de juntarnos con niños o adolescentes, valoramos su voz porque muchas veces uno interpreta qué es lo mejor para ellos, sin escuchar lo que realmente necesitan o quieren. Son muy sabios, hay que entenderlos porque ya tienen un cambio cultural bien diferente al de los adultos. Entienden que viven en una sociedad de iguales y se puede ver cómo no discriminan a amigos de la comunidad LGTB, tienen incorporadas cuestiones de género, del medio ambiente. Lo demuestran a la hora de sus demandas, de ejercer el derecho a la participación, la búsqueda de sus espacios. Ya tienen una mirada diferente y eso nos entusiasma a seguir trabajando y aprender a cómo sumarnos.

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