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Dos muertes que marcaron con sangre la historia de la ciudad

El 30 de mayo se cumplieron 19 años de uno de los crímenes más atroces ocurridos en Río Tercero: el del matrimonio de Dora y Pedro Zavala. El hecho sigue impune, no hay imputados y existen pocas probabilidades de que puedan sumarse nuevas pruebas.

Locales06/06/2020 Tribuna
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Dos muertes en una ciudad relativamente tranquila, varios sospechosos, un amplio abanico de hipótesis que se fueron descartando con la pesquisa. Todos estos elementos se entrelazaron en el crimen de Dora (72) y Pedro Zavala (76), el matrimonio asesinado en barrio Monte Grande, de Río Tercero.

 Durante años se esperó que un nuevo elemento apareciera en la causa, que un error dejara expuesto a los asesinos o que un brillante investigador diera con la clave para resolver el caso. Pero pasaron 19 años y aún no hay respuestas.

 La causa pasó por las manos de dos fiscales, Sergio Cabutto y Marcelo Ramognino (ahora juez de la Cámara del Crimen). Actualmente es conducida por Alejandro Carballo. Hasta el año pasado tenía un solo imputado, Juan Carlos Nieto (38), por supuesto doble homicidio calificado criminis causae (cuando se mata para lograr impunidad) por ensañamiento. Pero con el fallecimiento de Nieto en enero de 2019 en un accidente de tránsito, la causa no tiene ningún imputado.

 “Hace diez años que estoy a cargo de la causa. En este tiempo se ordenaron pericias de ADN a varias personas, un trabajo que inició Ramognino y luego continué. Lamentablemente todas esas evidencias probatorias no permitieron avanzar mucho”, señaló Carballo.

 El fiscal se refiere a las últimas diligencias relacionadas con la causa. En 2013 llegaron al despacho de la Fiscalía los resultados de los cotejos genéticos. El Departamento de Genética Forense había realizado pruebas en varias personas a partir de sangre, cabello y otros elementos encontrados en la escena del crimen. En la mayoría de los casos el material genético secuestrado y la conservación que se dispuso, impidió el cotejo y solo en unos pocos se determinó que no había relación con el crimen.
 Errores iniciales en la investigación imposibilitaron que esas pruebas pudieran arrojar resultados positivos.

Crónica de un misterio

 El 31 de mayo de 2001, la policía recibió la denuncia de que algo atroz había ocurrido en la casa del matrimonio Zavala. Los agentes ingresaron a la propiedad sin imaginar lo que encontrarían: un escenario de violencia y muerte que rompería con la tranquilidad de toda una ciudad.

 En diferentes sitios de la casa hallaron los cadáveres de Pedro y Dora. Él había sido ultimado a golpes y su mujer terminó con un hierro incrustrado en su ojo derecho. Pedro estaba en el patio de la vivienda, boca abajo, con el cráneo destrozado. Ella, fue hallada en el piso del dormitorio.

Testimonios recogidos por los investigadores lograron determinar que hora antes de ser asesinado, el matrimonio había regresado de Santiago del Estero, donde habían visitado a su hija Cristina Zavala. Habían llegado a la ciudad con el objetivo de cobrar la jubilación del hombre -fue empleado de la Fábrica Militar- para luego regresar a aquella provincia. La muerte los sorprendió antes.

La hipótesis

 El móvil del robo fue uno de los primeros en ser tenido en cuenta. La sospechas se centraron en una banda que robaba y consumía droga en Monte Grande y algunos de sus integrantes eran menores. En un primer momento se sospechó precisamente que eran estos jóvenes -los menores de edad- los autores del asesinato, pero no se les realizaron pruebas de ADN.

“Aun siendo menores si bien no se hubiese podido ir penalmente contra de ellos, creo que hubiese llevado tranquilidad a la sociedad el saber quiénes fueron los autores de estas muertes”, reconoció un policía que participó en la investigación del crimen. Así, las pruebas reunidas en el voluminoso expediente no tuvieron suficiente peso para llevar la causa a juicio.

 En los primeros momentos de la investigación por el doble crimen fueron imputados cuatro jóvenes, en dos etapas diferentes de investigación. Tras esas detenciones, la causa comenzó a enfriarse. Hasta su muerte el único que continuó imputado fue Nieto; los otros tres fueron sobreseídos. Nieto purgó una condena por robo seguido de homicidio en Villa María, aunque había recuperado la libertad.

En 2001 el crimen alteró la ciudad. Se realizaron movilizaciones y hubo reclamos en los ámbitos político y judicial. Además, el caso motivó la remoción de las autoridades policiales. La conmoción causada hizo que los vecinos, especialmente los de Monte Grande, fueran escuchados en su reclamo de mayor seguridad.

Camino al olvido
 

La causa no tiene imputados, actualmente no hay ninguna diligencia probatoria en marcha, sin embargo no prescribió ni tampoco será archivada. De todos modos el crimen está impune. La verdadera historia detrás del asesinato se fue desvaneciendo, al igual que las huellas de los asesinos.

 Allegados a la causa entienden que es poco probable que pueda aparecer alguna prueba que permita identificar a algún sospechoso. Sin embargo, Carballo asegura: “Aunque parezca una utopía tengo algunas ideas para poner en práctica en esta causa y que quizás permitan avanzar (en su esclarecimiento)”.

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