Los Desafíos del Suministro de Agua en Ciudades en Crecimiento: Un Recurso Escaso en un Mundo Urbano
Espacio institucional de la Cooperativa de Obras y Servicios Públicos de Río Tercero.
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Informe. En Río Tercero muchas mujeres viven en silencio situaciones de violencia de género.
Locales01/03/2021 TribunaEn primera persona tres mujeres cuentan detalles escalofriantes de los distinto episodios de violencia familiar y de género que atravesaron, además cómo se sienten cada vez que tienen que ir a denunciar y ante la falta de respuesta de la Justicia.
En las últimas semanas basta con encender la televisión, escuchar la radio o leer en portales web, el incremento considerable de hechos de violencia familiar y de género donde las víctimas son mujeres. La ciudad de Río Tercero no queda fuera de esta realidad y aunque parezca que estos episodios no suceden aquí los hechos demuestran lo contrario.
TRIBUNA dialogó con tres mujeres que sufren en primera persona episodios de violencia física y psíquica, que realizaron las denuncias correspondientes ante la Justicia pero aún no han tenido respuestas y temen por su seguridad.
“La verdad es que me despierto cada mañana pidiéndole a Dios que me proteja y que a la noche pueda volver a casa con mi hijo”, contó Ana (33). (Lo nombres son ficticios para resguardar la identidad de las víctimas).
Desde hace más de cuatro años vive prácticamente encerrada en su casa por temor a salir y cruzarse en la calle a su expareja un hombre de 40 años, que luego de terminada la relación comenzó a amenazarla con quitarle la vida y dañar a su hijo
“La verdad es que ya perdí la cuenta la cantidad de veces que fui a denunciarlo y sin embargo él sigue andando por ahí como si no pasara nada. Llegó a agarrarme del cuello levantarme en el aire y asfixiarme y luego dejarme tirada en el piso de mi departamento”, contó entre lágrimas la joven mujer.
“Esta es una ciudad no muy grande, donde casi que nos conocemos todos y eso para mí es lo peor porque este tipo siempre me encuentra. Me mudé tres veces en estos cuatro años y hasta cambié a mi hijo de la escuela para que así no pudiera saber mis movimientos y así mismo logra saber donde estamos. No puedo vivir más así. Cada vez que tengo que salir a hacer un trámite o ir a comprar a un negocio tengo que hacerlo acompañada por alguien de mi familia porque no sé que puede pasarme si me ve en la calle sola”, detalló.
A medida que esta joven mujer iba relatando detalles escalofriantes de cada uno de los momentos por los que tuvo que atravesar siempre repetía la misma frase: “No puedo vivir más así. Las denuncias no alcanzan porque él sigue andando por ahí esperando a que en algún momento esté sola para hacerme daño. Sinceramente estoy acá esperando a que me maten para que después alguien haga algo por mujeres como yo que tenemos que vivir esta pesadilla”.
“Hasta que Río Tercero no sea tapa de todos los diarios del país por un caso de femicidio las personas encargadas de la seguridad y de la Justicia acá no van a reaccionar”. Ana
Otra de las mujeres que dialogó con este medio relatando su oscura realidad se llama Sara, ella tiene 29 años y tiene una hija pequeña y explicaba que cada vez que tiene que ir a realizar una denuncia a la Unidad Judicial la atención que recibe no es buena. “Entiendo cuando Ana dice que no es suficiente con una denuncia porque sentimos que solo queda en dos hojas de papel y después tenemos que volver a nuestras casas con la misma sensación de temor por nuestra integridad física y la de nuestros hijos”.
“Hasta que Río Tercero no sea tapa de todos los diarios del país por un caso de femicidio las personas encargadas de la seguridad y de la Justicia acá no van a reaccionar. ¿Están esperando que pase un caso similar al de Úrsula ó como el de Ivana en La Falda para tomar medidas acá?”, enfatizó Ana con un tono enojado ya ante tanta espera de una respuesta y medidas concretas por su seguridad.
“Tengo 29 años, mis papás no me criaron en un modelo de familia donde la violencia era moneda corriente, todo lo contrario, pero asimismo la vida me cruzó con un hombre totalmente violento con el cual mantuve una relación de menos de un año. Si tengo que ser sincera los primeros meses él era por decirlo de alguna forma el ´hombre ideal´, cariñoso, atento, respetuoso conmigo, con mi hijo y hasta con mi familia y amigos, pero a medida que iban pasando los días empecé a notar en él cambios de actitud que me incomodaron, pero que él justificaba siempre diciendo que había tenido un mal día en el trabajo o que sus hijos y exmujer lo volvían loco por dinero, hasta que una noche llegó a mi departamento, íbamos a cenar, yo había preparado todo, él tiró todo de la mesa y comenzó a gritar e insultarme. Intenté que entrara en razón y que se fuera, pero me agarró del brazo y comenzó a pegarme cachetadas y luego a patearme. Yo gritaba le pedía por favor que se fuera y él no me soltaba. Había tantos gritos que alguien llamó a la policía, cuando tocaron el timbre lo primero que pensé fue que ya no había peligro y que se lo iban a llevar y nunca más iba a volver a verlo. Pero no fue así. En menos de una semana después de ese episodio, de la denuncia y la restricción yo veía su auto estacionado al frente de mi casa todas las noches. Cuando llamaba para avisar que él estaba cerca de mi casa, venía el patrullero pero ya no estaba y así todas las noches. Desde ese día no abrí más ventanas porque siento que él puede ver lo que hago y en cualquier momento entrar nuevamente y pegarme”, relató conteniendo las lágrimas Sara.
“Yo hace poco tiempo que me mudé a una nueva casa y aún con restricciones vigentes sigo siendo acosada y perseguida por mi ex pareja. Vivo con miedo y temor”. Sara
Desde hace meses Sara dejó de realizar sus actividades habituales por temor a encontrarse en algún lugar a su ex pareja. “Salía a correr todas las mañanas, me reunía con amigas a cenar, íbamos con mi hija a andar en bici por el Paseo del Riel y ahora no podemos hacerlo. Vamos al único lugar donde me puedo sentir segura que es la casa de mis padres”, contó.
Ella al igual que otras mujeres en la ciudad de Río Tercero se encuentran vulnerables ante estas situaciones de violencia que deben vivir día a día. Salir a la calle con temor, cambiar sus rutinas y hasta dejar de asistir a lugares por miedo a encontrarse con sus agresores son algunos de los aspectos que llevan a estas mujeres a sentir todo el tiempo miedo por su seguridad y de sus seres queridos.
“Una de las veces que llamé para denunciar que el auto estaba frente a mi casa y que tenía una restricción de contacto vigente la respuesta que me dieron fue que cuando el móvil llegara él ya se habría ido del lugar y no lo encontrarían y la verdad es que eso te cansa y frustra porque no te sentís protegida ni mucho menos contenida por esas personas que están ahí para en teoría cuidarnos”, relató la joven.
Sin respuestas
Un reclamo constante de las mujeres que sufren algún tipo de violencia por parte de sus exparejas es la falta de respuesta de las autoridades judiciales ante estas escalofriantes situaciones por las que tienen que atravesar. La demora en la atención al momento de denunciar, el mal trato y cuestionamiento en algunos de los casos por parte de los uniformados encargados de tomar declaración y la demora en entregar los botones antipánico, llevan a estas mujeres a tener que tomar medidas desesperadas.
Karen de 33 años es la tercera mujer que dialogó con TRIBUNA y relató que ya no sabe a quién más acudir para que le den una respuesta y se tomen medidas para preservar su seguridad.
“Es importante que estas situaciones se visibilicen cada vez más para que la gente pueda entender que estas horribles situaciones de persecución, acoso, maltratos, golpes y amenazas hacia mujeres suceden en esta ciudad y que quienes somos víctimas contamos con el apoyo, en el mejor de los casos, solo de nuestras familias y amigos pero hay casos donde las mujeres se encuentran solas y nadie puede acompañarlas y contenerlas en ese momento de dolor, angustia y miedo”, dijo. Su testimonio al igual que el de las otras mujeres tiene en común que aún espera que se tomen medidas al respecto. “Yo hace poco tiempo que me mudé a una casa con mi hija y aún con restricciones vigentes sigo siendo acosada y perseguida por mi expareja. Cuando salgo a trabajar tengo que tener cuidado por que calles circulo, a que hora regreso a mi casa y cuando llego siempre tengo que tengo que asegurarme que este tipo no esté escondido por algún lado y no se meta a mi casa. Vivo así hace más de cuatro años”, dijo.
“El sistema judicial debe cambiar y el Estado debe dar respuestas, atención y contención a las mujeres no solo un papel con una restricción o un botón antipánico”. Karen
“La última restricción que realicé fue en diciembre y está vigente por seis meses. Mientras me tomaban la denuncia, después de esperar por cuatro horas afuera de la comisaría, me preguntaron si todo lo que les relataba era verdad, si yo estaba segura que todo lo que les decía había ocurrido y no era una exageración mía. En ese momento me sentí totalmente vulnerable, porque en tono de burla quien supuestamente me tiene que cuidar se reía de mí y de mi situación”, explicó y agregó: “Cuando personas que nunca pasaron por este tipo de situaciones dicen en los medios o escriben en las redes que ´las mujeres no denuncian´ me genera mucha impotencia, porque esas personas no saben lo que es esperar en la vereda o en un banco en la plaza más de cuatro horas para que te atiendan y encima cuando lo hacen te atiende una desconocida a la cual le tenés que relatar con todos los detalles por lo que viviste y que mientras lo hacés te cuestionen o se burlen de vos. Y esa atención es peor si hace mucho tiempo que denuncias al mismo tipo por situaciones similares. A mí llegaron a cuestionarme el lugar donde vivo, me dijeron que me mudara de mi casa en lugar de detenerlo a él”.
Cada detalle que Karen brindará a continuación parece que es sacado del guión de una serie o película, pero ocurren y ella desde hace un años dejó de estar tranquila y sentirse segura, incluso en su propia casa.
“Al poco tiempo que comenzamos a salir él comenzó a llegar a nuestra casa alcoholizado, hasta ese momento no me había dicho que tenía este problema de adicción. A partir de allí comenzó mi pesadilla, con golpes, insultos y amenazas con cuchillos. Desde el primer momento realicé las denuncias y me dieron una restricción de contacto con él, pero a partir de eso el acoso y hostigamiento fueron peores. Llamadas telefónicas a cualquier hora insultándome, se aparece en mi casa y golpea las paredes, incluso sube al techo y me grita por el patio de luz. A pesar de que puse rejas y alambre de púas en todo el patio él continúa espiándome”, cuenta Karen.
“Uno de los primeros episodios fue una noche en mi casa. Yo estaba durmiendo en mi cama y me desperté con él encima mío gritándome y golpeándome. Esa noche me agarró del cuello y me arrastró hacia la calle, yo gritaba pero nadie me escuchó. Mientras más gritaba y lloraba él más violento se ponía. Ese día me amenazó con un cuchillo y luego me soltó y se puso el cuchillo en la panza y me decía que si me lo dejaba iba a quitarse la vida al frente mío”, dijo.
“Yo siempre les digo a mis papás y a mis amigas que no quiero ser la próxima Úrsula o aparecer tirada en un baldío por ahí, pero al mismo tiempo sé que el sistema judicial está colapsado y que las leyes no están del lado de las víctimas como yo, pero es necesario que se produzca un cambio urgente porque sino se va a repetir la misma historia y más mujeres sufrirán”.
“Soy una mujer joven y desde hace un par de años que comencé terapia y tomo medicación para la ansiedad y también para dormir debido a todas estas situaciones que se repiten cada seis meses cuando se cae la restricción y hasta que la renueven”, contó.
Karen explicó que para todas las mujeres que atraviesan este tipo de situaciones es vital contar con una red de contención de profesionales, familiares y amigos. “Desde que me dieron la primera restricción tuve que contarle a mis amigos, familia e incluso en mi trabajo, esto era necesario para que pudieran cuidarme y protegerme en caso de que en algún momento se apareciera en los lugares que frecuento. Cuando salgo de mi casa o cuando voy de regreso les aviso a mis papás y ellos ya saben cuanto tardo; si me demorara más es porque algo malo pasa”, relata.
“Ni siquiera cuando estoy en mi casa me siento tranquila, porque sé que él me puede estar espiando o puede estar parado afuera o en el techo de mi casa y esto la verdad que no es vida, ni sano para mí ni para mi entorno. Más de una vez analicé en mudarme de la ciudad, irme a otro lado, lejos y empezar de nuevo, pero no tengo ninguna garantía ni seguridad de que él no va a encontrarme donde sea que esté y a lastimarme, pero al mismo tiempo pienso, ¿porqué tengo que dejar mi vida, mi casa, mis afectos porque nadie me da seguridad y este tipo sigue andando en la calle como si nada, después de un sin número de denuncias porque es violento? El sistema debe cambiar y el Estado debe dar respuestas y atención a las mujeres no solo un papel con una restricción o un botón antipánico”, finalizó.
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