
Maqueda: "Río Tercero es mi patria. Aquí viví mi infancia, y lo hice con alegría"
El exjuez de la Corte Suprema de Justicia de la Nación, quién nació en Río Tercero en 1949 y pasó aquí su infancia y juventud, participó de un conversatorio organizado por el Colegio de Abogados.
Locales10/11/2025
Tribuna
Alejandro Tissera
Más allá de la solemnidad del cargo que ocupó durante 22 años, y de su dilatada trayectoria política, la visita a Río Tercero del exjuez de la Corte Suprema de Justicia de la Nación, Juan Carlos Maqueda, dejó cálidas aristas, desconocidas para la mayoría.
El exmagistrado del máximo tribunal del país, oriundo de esta ciudad, participó de un conversatorio organizado por el Colegio de Abogados local, en el que abordó aspectos de su vida personal en su juventud, hasta su paso por la política y la justicia.
Tras la charla abierta, dialogó con TRIBUNA.
-¿Qué sensación le deja el reencuentro con su ciudad natal, algunos de sus amigos y conocidos?
-Si es cierto lo que repetía Borges, acerca que la patria es la infancia, obviamente Río Tercero es mi patria. Acá viví mi infancia y lo hice con alegría, con calidez, una infancia sana, madura, los días más lindos de la vida de una persona que además vive la inocencia en un pueblo donde éramos absolutamente libres; porque no teníamos ninguna atadura. La atadura que existe hoy de la seguridad no existía en aquel momento. Entonces este pueblo de calles de tierras era el pueblo nuestro y así lo vivíamos jugando al fútbol en las calles, divirtiéndonos muchísimo con amigos y conocidos, con parientes de los que ya no están también y por supuesto todo esto genera una emoción muy grande.
-¿Hasta qué edad vivió en Río Tercero?
-Yo viví en la ciudad hasta los 20 años. Hice el colegio primario acá en Río Tercero, en la escuela que lleva el nombre del fundador, la Modesto Acuña durante mis primeros años. Luego fui a la Escuela Nacional 402 (actual Manuel Belgrano) y después en el secundario fui interno en un colegio de Córdoba, el Lasalle, pero seguía viniendo a Río Tercero todos los fines de semana que podía, o sea que tenía una intensa vida social acá.
-Lo primero que uno recuerda asociado a su apellido era la tienda Maqueda.
-El traslado a Córdoba fue más o menos concomitante con mi época universitaria. Cuando empezaba la vida universitaria, mi padre y mis tíos eran dueños de una serie de tiendas, la tienda Maqueda, que estaba en la calle Libertad. Allí mi padre me hacía trabajar los veranos, cuando no tenía que estudiar. La recuerdo con mucho cariño también, todo lo que he aprendido ahí y todo lo que he vivido en esa tienda. Recuerdo también con mucho cariño al Club Sportivo 9 de Julio, que es donde yo me crié jugando al fútbol, al básquet y también al tenis durante mucho tiempo. Recuerdo con mucha alegría a los boy scouts de Don Lorenzo Capandegui: fuimos la primera generación de chicos que se unió a esa agrupación. Y bueno, después un poco más grande, Río Tercero fue el lugar de los afectos, la primera novia, esas cosas que uno no olvida nunca más.
-¿Qué reflexión le merece el hecho de haber nacido en Río Tercero y luego desarrollar su carrera política y jurídica en los cargos más altos de la provincia y del país?
-A mí la vida me puso ante cargos muy importantes y espero haber cumplido o haber estado a la altura de las circunstancias. Yo lo que creo es que la Argentina necesita de la participación de muchos hombres jóvenes que se dediquen a la política para reivindicar las instituciones democráticas. Esta democracia joven que tiene 42 años nos necesita a todos, pero fundamentalmente necesita de demócratas que sean los que defiendan a la democracia. La democracia siempre está en riesgo y hoy en día está vigente este entronizamiento de hombres públicos que se guían más por sus instintos, y por aquello que tiene que ver no con la racionalidad, sino con los impulsos. Eso está poniendo en riesgo la base de la democracia que es el diálogo. Como yo suelo repetir a Platón, "el diálogo es el arte de los hombres libres". Sin diálogo no hay coincidencias, sin coincidencias no hay una forma de acuerdo, y sin una forma de acuerdo no tenemos en este momento la posibilidad de avanzar legislativamente. Entonces hago votos para que sepamos cuidar a la democracia, hago votos para que no nos comportemos en la política como hombres de la guerra, donde hablamos de amigo y enemigo. Lo que pretendo en la política es que quien no coincide con mis ideas sea mi adversario, pero tenga mi respeto y yo pueda dialogar con ese hombre. Esto es la conquista de la civilización que es el estado de derecho, donde solamente nos tenemos que arrodillar ante la Constitución y la ley. El resto lo tenemos que tratar de solucionar entre todos con un buen diálogo, con acuerdo, con consenso. Hace aproximadamente 15 años que esto se ha perdido en la Argentina y lo tenemos que volver a recuperar.
-¿Qué balance realiza de su trabajo en la Corte?
-El balance en la Corte en 22 años es el de un hombre que trabajó 12 horas por día todos los días tratando de dejar lo mejor de sí mismo. Yo no puedo ser el que me juzgue a mí mismo, tienen que ser los otros los que me juzguen. He tratado de estar a la altura de la circunstancia, de la responsabilidad que ese cargo me exigía.
-¿Cómo observa a la Justicia actualmente?
-Creo que la democracia argentina necesita una justicia fuerte e independiente. Y la independencia de la justicia también se tiene que basar en su prestigio. Y el prestigio de la justicia está básicamente en la independencia del juez, en la imparcialidad con la que el juez se manifieste ante las partes y también en la celeridad con que se lleven adelante los temas. Yo suelo decir que la justicia tiene sus tiempos, que son los tiempos procesales, los tiempos de las garantías constitucionales. A diferencia de los medios de comunicación que a la mañana atacan, al mediodía juzgan y a la noche condenan. La justicia tiene sus tiempos, hay que respetarlos, pero a su vez tiene que ser mucho más rápida. Y en la Argentina lo que conocemos para que la justicia sea rápida es la oralidad. El proceso de oralidad, que hasta el momento está muy restringido, se tiene que extender a todos los ámbitos. Por otro lado, la justicia tiene que estar completa. Actualmente la justicia federal tiene entre un 30 y un 40% de vacancias, con una Corte incompleta. No se puede trabajar así.





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