¿Estamos dispuestos a evolucionar o perecemos?

Locales 13 de julio de 2020 Por Tribuna
Por Javier Mignani
AGRO Mignani

¿Qué nos está pasando como sociedad? Está demás decir que atravesamos momentos muy difíciles y ni que hablar, económicos. La pandemia, además de la enfermedad en sí, puso de manifiesto nuestras miserias humanas que con la cotidianeidad habitual, no podía verse a simple vista. 

En varias ocasiones habíamos planteado que un error en el diagnóstico es más nocivo que el desarrollo del problema en sí mismo. Pero todo fluye, se transforma y evoluciona según Charles Darwin, en su teoría de la evolución. Su obra fundamental, “El origen de las especies”, por medio de la selección natural o la preservación de las razas favorecidas en la lucha por la vida, publicada en 1859, estableció que la explicación de la diversidad que se observa en la naturaleza se debe a las modificaciones acumuladas por la evolución a lo largo de las sucesivas generaciones.

Argentum en sus principios, Argentina en nuestros días, fue evolucionando a lo largo del tiempo.  La población original fue el resultado de la mestización de los indígena-nativos precolombinos con una población de colonizadores europeos ibéricos y con otra de origen africano-subsahariano, inmigrada forzosamente y esclavizada (que dio origen a la población afroargentina), todo en la época colonial. A estos habitantes, que formaron la totalidad de la población argentina hasta aproximadamente 1860, se le sumó el inmenso flujo proveniente de la gran ola de inmigración europea, mayoritariamente italiana y española. Esta inmigración sucedió entre aproximadamente 1860 y 1955, aunque la más importante, cuantitativamente hablando, se dio entre 1880 y 1930. Los habitantes e inmigrantes, eran conscientes de que “la América” se hacía trabajando, por lo que requería una estructura de Estado que los cobijara.

El Estado argentino inicia en 1810, luego de la Revolución de Mayo, tiene su hito en 1853 con la sanción de la Constitución Nacional y se consolida hacia finales del siglo XIX. El Gobierno de la República Argentina es una democracia representativa, republicana y federal, regulada por la Constitución vigente.

Argentina, luego de haber sido el país más rico del mundo a fines del siglo XIX,  está sumergido en un estado de incertidumbre y decepción nunca visto. “La ideologización del Estado se ha convertido en el peor de todos los virus”. “El Estado es la organización política de la sociedad, mientras que el gobierno tiene como objetivo lograr el cumplimiento de los fines del Estado”. Desde hace un tiempo, se confunde Gobierno con Estado, y en nombre de él, se enarbolan banderas para conquistar necesidades producidas por ellos mismos. Como si fuera un virus, nuestro Gobierno ha ingresado con su ideología sesgada al torrente democrático y allí se replica, sea del partido político que sea. Necesita de nuestra sociedad, instituciones  y empresas para reproducirse, pero, si la justicia que es nuestro antivirus, es desregulada y tardía, se producirá un desequilibrio, provocando un fallo multisistémico y por consiguiente, la muerte de nuestro país democrático. Este virus, por sí solo, es incapaz de reproducirse. Por eso, necesita humanidades incultas y desvalidas de su propia dignidad, atosigadas por la impericia y el olvido de los sucesivos gobiernos que dicen ser democráticos. Este es nuestro propio coronavirus.

¿En qué cabeza cabe (como decía mi abuela), que un abogado, profesor de la Universidad de Buenos Aires, envíe un DNU de expropiación a una empresa concursada? Es evidente que hay una violación a la prohibición del art. 109 de la Constitución y de la división de poderes que rige nuestro sistema republicano de gobierno (arts. 1, 5, 29, 33, 75 y 99 de la Constitución).

¿En qué cabeza cabe, que un ciudadano argentino ataque sistemáticamente a productores agropecuarios rompiendo silobolsas e incendiando los campos a cosechar? Según una publicación de Confederaciones Rurales Argentinas, se perdieron 24 millones de pesos de recaudación por la rotura de los silobolsas que al nivel actual de impuestos, se podrían pagar 2.400 IFE (Ingreso Familiar de Emergencia); 478.700 raciones de comedores comunitarios, 980.000 copas de leche ó 40 respiradores. 

¿En qué cabeza cabe que se liberen delincuentes que amenazan y obstruyen la libertad de expresión a personas que quieren desarrollarse en una sociedad igualitaria y equitativa? Están presa de su propio miedo a salir de su casa.

¿En qué cabeza cabe revocar una decisión administrativa que prohibió al exvicepresidente Amado Boudou cobrar una pensión vitalicia por haber sido condenado a cinco años de prisión en el caso Ciccone? 

¿En qué cabeza cabe que un sector productivo sea el culpable de todos los males del país cuando aportó 175.000 millones de dólares hasta noviembre de 2019 en concepto de impuestos a las arcas del Estado? En el mes de julio de 2020, el índice FADA estableció que la participación del Estado en la Renta Agrícola ascendió al 68.3%. 

Estos síntomas son solo el comienzo del virus, y nuestra respuesta como sociedad es reforzar los pilares democráticos a fin de que solo sea una simple neumonía que podamos superar.

Todo depende de nosotros y por eso coincido con Santiago Kovadloff cuando nos invita a “ser protagonistas de un momento patrio en el sentido de responsabilidad y no de una mera evocación”. Extiendo esta invitación a ustedes para que podamos inmunizar a nuestro querido país de cualquier virus que intente atacarlo.

*Contador. Mat. Prof. 10-1016-1

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