Opinión. Una mirada sobre la Justicia

Locales 16 de junio de 2020 Por Tribuna
Tribunales

Por Alberto Vilariño

Curiosa época nos toca vivir hoy a los abogados, en tanto personalísima la labor de todas las profesiones intelectuales, quizá en ninguna lo sea tanto como en el ejercicio de la abogacía. La inteligencia es insustituible, pero aún mas lo son la conciencia y el carácter. Ello se plasma cotidianamente ante los pasillos de Tribunales, por el uso de la palabra la conexidad y el intercambio de pareceres entre colegas, las opiniones que se pretenden hacer valer, o la recepción en contrario en diálogos de ida y vuelta formulados con sinceridad y buena fe por ante funcionarios y jueces. 

Quien no fie en la fuerza de la palabra… en que fiará… La palabra (oral y escrita) es todo: estado de conciencia, emotividad, reflexión, efusión, impulso y freno, estímulo y sedante, decantación y sublimación. Qué podría suplir a la palabra para narrar el caso controvertido… con qué elementos se expondrá el problema… de qué instrumental se echará mano para disipar las nubes de la razón, para despertar la indignación ante el atropello, para mover la piedad y para excitar el interés. 

Pues bien, la Justicia de la Provincia de Córdoba ha diseñado un sistema para tiempos de pandemia que nos vence… pero no nos convence. Coloca un vallado que se materializa por plantillas preestablecidas on line que deben observarse en toda presentación judicial, cuya consecuencia es que resta creatividad, nos automatiza, y cercena toda posibilidad de estética y sensibilidad en nuestros escritos; que afecta y distancia al litigante de por sí bastante abrumado en la áspera tarea de pedir justicia; degrada la relación haciéndola fría, lejana, aséptica, impersonal, virtual. 

Hacia un solo sector
Pareciera que amparados en la excusa de este virus invisible y letal se avanza en beneficio exclusivo de un solo sector. Nada se vislumbra en el horizonte que signifique alivio o comprensión para quien ejerce con dignidad la profesión de abogado. Se instala la sensación de que el abogado sobra y/o estorba, y/o entorpece la necesaria paz y serenidad en el altar de la Justicia. Se omite razonar que sin la presencia, el impulso y la decisión del abogado, los tribunales carecerían de función en el delicado clamor de ser justos. 

La abogacía no se funda en la lucidez del ingenio, sino en la rectitud de la conciencia, que obliga necesariamente a quien litiga a una práctica coloquial, a una reflexión de mesura respecto de lo actuado en el expediente y a disponer del mismo por el tiempo necesario; a exponer sus ideas que a veces asoman con precariedad, y que por virtud del intercambio valioso pueden resultar cimentadas. Esa es la piedra angular; todo lo demás que puede ser interesante, tiene sin dudas carácter de adjetivo y secundario.

Que no se interpreten nuestras palabras como opuestas a los avances tecnológicos; por el contrario, creemos con firmeza que su desarrollo resulta la esencia, y el pasaporte válido y eficaz para todos aquellos países que apuestan a ser parte de los beneficios de la época que se denomina como “economía del conocimiento”. Pero nos parece, que en el ejercicio específico de la abogacía, la tecnología debe guardar sintonía con todos los sectores involucrados, atendiendo los intereses  de cada uno, y sobre todo el intento de lograr que la profesión de abogado no se desnaturalice, no se diluya en tecnicismos, se vivifique, pues no somos un engranaje mecánico más, no nos gusta esa antigua calificación de “auxiliares de la Justicia” aspiramos a ser mucho más que ello, a resguardar la independencia, dignidad y enaltecer la profesión de abogado. 

*Abogado  

                                                              

          

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