El empleo, ante el desafío de no seguir cayendo

La crisis, con todos los factores que la conforman, ataca de lleno a uno de los pilares de la actividad: el empleo formal. Y no parece haber reacción, al menos desde la clase política nacional, acerca de las reformas estructurales que el esquema laboral requiere en forma urgente, primero para que las empresas -mayormente las pymes- sobrevivan y en segundo lugar para que el empleo en blanco no sea una quimera.
El cuarto trimestre de 2018 cerró, de acuerdo a datos del INDEC, con un desempleo nacional del 9,1%, que se traduce en cuatro millones de personas que perdieron el trabajo y otras que intentan ingresar al mercado laboral. En el Gran Córdoba, por ejemplo, el porcentaje fue mayor con un 9,2% de desocupación. En lo que va de 2019 se estima que el escenario es aún más grave.
Desde hace años Río Tercero no mide su nivel de ocupación, desocupación y subocupación, pero bien puede trasladarse el panorama provincial y nacional.
Los factores que inciden sobre el deterioro del empleo son concurrentes y comunes en todo el país. Pero uno de ellos es preponderante, más allá del ritmo de actividad: el costo del empleo para el sector privado de la economía. Con este diagnóstico coinciden todos los especialistas y economistas, que ven a la reforma laboral como la salida viable al problema. En un trabajo reciente de opinión, Ricardo Wachowicz, presidente del Grupo Bayton, una de las agencias de empleo temporal más grandes del país, aseguró que el problema radica en los altos costos laborales y la industria del juicio en este rubro. "No hay pyme que soporte y se está generando un quebranto en la sociedad", opinó Wachowicz, en una reciente entrevista con el diario El Cronista.
De acuerdo con la Organización para la Cooperación para el Desarrollo Económico, la Argentina tiene el costo laboral más alto de la región. La carga impositiva formal trepa al 34,6% del salario, cuando en el resto de América latina es del 21,7%. De ese modo, y sumando la vigencia de convenios laborales desactualizados y no aggiornados a la tecnología actual, no hay actividad que no sufra la carga del empleo formal. El escenario empuja a la precarización.
Así, por cada 100 pesos que recibe el trabajador como remuneración, el empleador abona en total 150%: un tercio está destinado a los aportes.
La rigidez del esquema laboral en la Argentina, contribuye, sin dudas a la desocupación. La ausencia de una discusión seria acerca de la flexibilización laboral, es alarmante para muchos especialistas. En el mundo el 70% del empleo es temporal y rota, mientras que en el país la ecuación es al revés.
¿Pero cuáles son los rubros que más han sufrido la caída del empleo? La producción manufacturera, junto al comercio, la construcción y los servicios, fueron los sectores productivos que perdieron empleo durante el año. La rama de actividad que concentra el mayor número de asalariados registrado en Argentina es la industria, sin embargo en el transcurso del año la producción industrial cayó 3,4% y en consecuencia el nivel de empleo fabril se contrajo en 61.000 puestos.
El impacto negativo en el empleo registrado del sector privado se extendió al Sector Comercio registrando 36.600 puestos menos en comparación interanual (-3%) y 13.600 menos en el rubro Construcción (-3%). El número de trabajadores registrados en el Sector Servicio, que agrupa Transporte, Inmobiliario, Hotelería y Financieros se redujo en 30.700 trabajadores (-1.5%), de acuerdo con datos del INDEC.

En el estado
Por el contrario, el sector público está inmune a esa variante.
El peso del empleo público en el mercado de trabajo permite sostener el nivel de ocupación y contrarrestar el aumento de la desocupación producto de una menor actividad económica. La caída generalizada de la producción dispara los niveles de desempleo, sin embargo en ciu- dades donde la proporción de empleados estatales es mayor el efecto sobre el índice de desocupación es menor.
A su vez, la demanda adicional que genera las remuneraciones aportadas por los organismos estatales que funcionan generalmente en las capitales pro- vinciales actuando como agente estabilizador del nivel de empleo, según las conclusiones a las que se arribó gracias a las mediciones nacionales.
En Córdoba, por ejemplo, el empleo estatal representa el 12,6%, frente al 25,2 de Santa Fe y el abrumador 37,8% de la provincia de San Luis.