Por Nicolás Cravero

Quienes amamos el deporte, no solo por la competencia en sí sino todos los valores que encierra, aguardábamos con gran expectativa que luego de cuatro años, se volvieran a entregar los premios Media Luna.

Como Capital Nacional del Deportista, puede suponerse que esta ceremonia debe ganarse de una vez por todas, una fecha fija en el calendario, cuya previsibilidad contribuya con su consolidación.

Pero antes que eso, cabe preguntarse si los deportistas realmente desean ser agasajados, porque la cantidad de “faltazos” observada en el anfiteatro, no pasó desapercibida.

Aunque el espacio lucía colmado y todo se desarrolló en un clima distendido, prácticamente todos los deportistas de “elite” brillaron por su ausencia.

Quienes recibieron los principales galardones, tuvieron como representantes a sus padres y apelaron a videos para agradecer los reconocimientos. Salvo un par de excepciones, tampoco se dieron cita quienes figuraban en la lista de premiados como “deportistas consagrados”. También se notó que hubo ausentes sin aviso, a pesar de residir en la ciudad, y ni siquiera enviaron a alguien a recibir el galardón.

No se puede vivir del pasado, pero aquellas primeras brazadas, contactos con un balón o curvas tomadas en velocidad, aunque no resultaron las más aclamadas fueron en Río Tercero y le dieron origen a todo lo que vino después. 

Tampoco se trata de apuntar a nombres propios, seguramente más de uno tuvo sus razones y someterlas a un juicio de valor, me colocaría ante una atribución fuera de lugar. En síntesis, cada uno debe hacerse cargo de sus actos.

Detrás de esta premiación, como para la organización de cualquier evento, hay mucho tiempo invertido independientemente de los resultados alcanzados y ante este panorama, cabe preguntarse cuál será su futuro.        

Además, aunque parezcan difusos los recuerdos porque la edición anterior fue en diciembre de 2018, no es la primera vez que ocurre, es decir, se trata de una conducta ya enquistada en ciertos deportistas riotercerenses.

Vale recordar además, que originalmente estos premios estaban pactados para mediados de diciembre pero algunos días antes, desde el Municipio encargado de organizarlos se atribuyó su postergación a “problemas de agenda”. Evidentemente, ese inconveniente no se resolvió dos meses después, al menos para los principales protagonistas.

Desde este humilde lugar, creo que la fecha original o por ejemplo, entre ambas fiestas de fin de año, habría reducido las “excusas” para darle la espalda a los Media Luna, en relación a este momento de plena competencia.     Resta saber si los organizadores tomarán nota de esto, algo que solo se sabrá en la próxima edición, si es que vale la pena volver a realizarla en este contexto de apatía generalizada.