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Por más calidad de vida en adultos mayores

En Argentina hay más de 7 millones de personas con más de 60 años y la tendencia es al alza. Ello obliga a estrategias de políticas públicas desde una perspectiva de derechos y bienestar. La Fundación COLSECOR trabaja en un proyecto que apunta a conocer sus hábitos, intereses y percepciones.

11/01/2024TribunaTribuna
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Para 2030, una de cada seis personas en el mundo tendrá 60 años o más. Ello implica que uno de los desafíos más difíciles será garantizar recursos básicos e impulsar derechos en una sociedad para todas las edades. En ese punto, vale reflexionar sobre qué implica calidad de vida en los adultos mayores, y por qué es fundamental que el Estado cuente con políticas públicas dirigidas a la vejez, para que vivir más tiempo no implique perder bienestar. 

La Agenda Pública de la Fundación COLSECOR dedica este mes su capítulo a las personas mayores, brinda un panorama de los cambios demográficos y promueve los derechos fundamentales que tienen: a un envejecimiento activo, a una vida digna y a una vida autónoma. Las estadísticas muestran que la población envejece en todo el mundo con más rapidez que en el pasado, pero en América Latina y el Caribe esta transición demográfica se da con mayor celeridad. Hace 60 años, la media de esperanza de vida en la región era de 55,7 años. Hoy, es de casi 75 años.

En nuestro caso, Argentina es uno de los territorios de América Latina con mayor cantidad de personas mayores, con el 15,7% de su población total (casi 7,1 millones de individuos). Las mejoras en la salud pública, sumadas a los aumentos en la calidad de vida y un avance en el nivel de equidad de nuestra sociedad, han llevado a vidas más longevas. Ese cambio es un dato positivo pero mientras más años vivimos, más necesario se torna repensar estrategias y planificaciones para que pueda garantizarse el bienestar de la población mayor, ante el impacto que tiene en el sector salud y en la economía de un país el crecimiento de las tasas de envejecimiento. 

 

Calidad de vida en la vejez
 La calidad de vida en la población mayor se asocia con buenos entornos físicos y sociales (vivienda, comunidad), aunque también influye el sexo/género, o el nivel socioeconómico. Por ejemplo, a partir de los 80 años, es más probable que las mujeres vivan solas y en la pobreza en comparación con los varones. 

Según la Organización Mundial de la Salud, la calidad de vida hace referencia “a la percepción que tenemos como individuos sobre el estilo de vida que llevamos; es decir, el grado de satisfacción que tenemos con la vida en general, en donde se busca alcanzar un estado de bienestar y salud integral (físico, mental, social y emocional)”.

Esa definición se contempla en la “Medición de Calidad de Vida en Pueblos y Ciudades de Argentina” que realiza desde 2020 la Fundación COLSECOR, y que se estructura en base a ejes como bienestar personal; satisfacción con la vida en su localidad o el nivel de participación comunitaria. En ese punto, vale destacar algunos de los hallazgos de la encuesta 2023. Así, ante la pregunta sobre cuán satisfechos están con las opciones y facilidades para disfrutar con sus amigos en el lugar que habitan, el 74% de las personas de más de 60 años respondió todo el tiempo o la mayor parte del tiempo. Con respecto a la posibilidad de disfrutar de su familia, respondió positivamente el 81%. El 64%, además, está conforme o muy conforme con las propuestas recreativas de su pueblo o ciudad. 

¿Quiénes manifestaron sentirse más felices? La medición 2023, que contempla diversos pueblos y ciudades del país, concluyó que los varones más que las mujeres, las personas con mayor nivel de estudio que quienes no pudieron terminar el secundario, quienes viven en pueblos chicos más que en ciudades grandes y las personas mayores de 60 años, mucho más que los jóvenes (de entre 16 y 24 años). En el análisis, la investigación subrayó que “quizás esas diferencias estén vinculadas con el nivel de descanso y la energía y vitalidad”, dos factores esenciales para configurar qué es calidad de vida en todas las edades, pero especialmente entre la población mayor. Es que la energía y vitalidad que manifestaron las personas de 60 años (en un 63,3%) supera ampliamente a la respuesta de quienes tienen entre 25 y 39 años (sólo un 47,7%). 

La sociabilidad y el acompañamiento también son importantes en la definición de calidad de vida para los más grandes. No es lo mismo estar solo/a que sentirse solo/a y de allí que desde la Organización Panamericana de la Salud (OPS) se señale que es un problema de salud pública mundial “la soledad no deseada” en la población de más de 60 años. En ese punto, la pandemia por Covid-19 afectó severamente a este grupo al dejar al descubierto situaciones de desigualdad y pérdidas de derecho de las personas mayores. Desde la Fundación Navarro Viola, a partir de una investigación cualitativa sobre la soledad desde la perspectiva de los adultos mayores, se concluyó que ser “población de riesgo”, durante la etapa de confinamiento, les implicó muchísimos cambios, no solo tomar distancias indeseadas con los seres queridos, sino también implicó experimentar nuevas situaciones de dependencias y una profundización de los prejuicios dirigidos hacia ellos. También se observó que se percibió una suerte de aceleración del envejecimiento, por ejemplo, al sufrir pérdidas emocionales, notar que la red de apoyos está más frágil, sentir miedo al contexto. 

Con la pandemia, hay que destacar que también surgieron otras formas de encuentro, aprendizajes tecnológicos y formas de vincularse, en reemplazo de las anteriores. “La tecnología también facilitó nuevos acercamientos con vecinos y personas de la comunidad”, señala el informe de la Fundación Navarro Viola. No obstante, aquí la cuestión de las desigualdades socio-económicas tienen injerencia, en tanto no toda la población tuvo el mismo nivel de accesos. 

La insuficiencia de ingresos es un eje básico para afrontar gastos de alimentación, vestimenta, vivienda, equipamiento del hogar, la atención a la salud, el uso de transporte y la posibilidad de esparcimiento. De acuerdo a las últimas mediciones (2017-2022) del Observatorio de la Deuda Social de la Universidad Católica Argentina (UCA), cuatro de cada diez hogares con adultos mayores tiene insuficiencia de ingresos. En comparación con las ediciones de la medición 2010-2017 esa tendencia fue en aumento. Las variaciones se dan en función del tipo de hogar que habita el adulto mayor (si es unipersonal o multipersonal, por caso). A su vez, no afecta a los hogares con personas de más de 60 años de todas las regiones urbanas por igual: mientras que en CABA, casi dos de cada diez hogares la declaran, en el Conurbano bonaerense son cinco de cada diez, según el informe de la UCA. 

 

Envejecimiento saludable y políticas para lograrlo
 Todas las personas mayores, independientemente de su edad, deberían poder satisfacer sus necesidades básicas, y las políticas para lograrlo deberían partir por mitigar las desigualdades de oportunidades. Como señala la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL) en su publicación “Envejecimiento, personas mayores y Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible”, más allá de las cifras que dan cuenta del cambio acelerado en la composición demográfica (población más envejecida, al mismo tiempo que menos nacimientos), lo más inquietante para la región de América Latina es el escenario en el que ocurre el envejecimiento poblacional. Este se caracteriza por la desigualdad, la pobreza, el agotamiento de un modelo de crecimiento económico insostenible y el avance del desempleo y del empleo de baja productividad. Frente a ello, la planificación basada en los escenarios demográficos es más importante que nunca, puesto que aunque existan variaciones, ofrece un marco que permite la adopción de decisiones trascendentales para el desarrollo de los pueblos.

Desde hace más de 20 años, la CEPAL ha insistido en que, además de tener en cuenta el crecimiento de la población de edad avanzada —los llamados baby boomers en los países anglosajones—, hay que preocuparse de la cohorte que será la encargada de sostener los principales cambios demográficos a partir de la segunda mitad del presente siglo. Ello aunado a otros factores, particularmente aquellos relacionados con las decisiones económicas y sociales de los gobiernos, muestran que el cambio de estructura por edades de la población es uno de los elementos fundamentales para definir y ahondar en las reformas necesarias para alcanzar el bienestar de los países y sus ciudadanos.

En 2015, con la adopción de la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible, las personas mayores se incluyeron explícitamente en algunos de los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS), lo que sirvió de puerta de entrada para incorporarlas en la implementación de la Agenda y en el seguimiento de los ODS. “Esta incorporación no fue al azar: fueron las mismas organizaciones de la sociedad civil, que están trabajando en favor de los derechos humanos de las personas mayores las que generaron un debate y propuestas para incluirlas en la Agenda 2030. Su acción permitió que la consigna de que “nadie se quede atrás” comprendiese a las personas mayores”, señala la CEPAL. En la misma sintonía fue la propuesta de la Asamblea General de las Naciones Unidas en diciembre del 2020, donde se consensuaron diferentes estrategias para lograr una Década del Envejecimiento Saludable 2021-2030. En ese punto, se propusieron cuatro áreas de acción: 1) cambiar la forma en que pensamos, sentimos y actuamos hacia la edad y el envejecimiento, ya que todavía existen muchos estereotipos, prejuicios y discriminación ante la vejez; 2) asegurar que las comunidades fomenten las capacidades de las personas mayores, bajo la premisa de que “una comunidad amigable con la edad es un mejor lugar para todas las edades; 3) ofrecer atención integrada centrada en la persona y servicios de salud primaria que respondan a las personas mayores y 4) brindar acceso a la atención a largo plazo para las personas mayores que la necesitan, con el objetivo de mitigar los factores que deterioran la autonomía de las personas de cuidarse a sí mismas, al mismo tiempo que “es fundamental apoyar a los cuidadores, para que puedan brindar la atención adecuada y también cuidar su propia salud”, señala Naciones Unidas y la OPS. 

Por tanto, es transcendental tener en cuenta dos aristas: por un lado, la intervención de los gobiernos y en qué medida idearán e implementarán políticas públicas dirigidas tanto al bienestar de la población adulta como al acceso de herramientas para el grupo que sostendrán los principales cambios demográficos en las próximas décadas.  No es lo mismo un Estado ausente, sin estrategias a mediano y largo plazo, que un Estado presente e inclusivo. 

Por otro lado, se torna necesario el fortalecimiento institucional, siendo central en brindar una cuota identitaria y sentido de pertenencia. Esto saca a las personas mayores de la remisión pasiva al pasado y la inactividad. A su vez, las instituciones se vuelven esenciales en brindar infraestructura y contención en contextos de vulnerabilidad. El nivel de infraestructura facilitadora (calidad y acceso) para adultos mayores fue primordial a la salida de la pandemia por Covid-19. Allí, en primera línea, estuvieron las instituciones de los pueblos y comunidades. Ese escenario fue observado a través del Relevamiento Social Comunitario (ResCom) de la Fundación COLSECOR, proyecto que genera información actualizada de los pueblos y permite conocer y visibilizar aspectos que hacen al desarrollo local y de sus ciudadanos. De esta forma, cada pueblo que implementó la iniciativa pudo conocer la existencia (o no) y la participación en instituciones como centro de jubilados, propuestas culturales, geriátricos, hogares de día o centros de salud.

La participación social es fundamental para un mayor bienestar subjetivo de los adultos mayores, pero también para erradicar prejuicios que ubican a esta etapa de la vida como una etapa frágil, de inactividad, de pérdida de capacidades. Por el contrario, participar de centros para personas de más de 60 años, y de otras instituciones, los ubica como parte activa de su comunidad. Relevar ese punto es primario para conocer hábitos, intereses y percepciones de su realidad cotidiana. En ese sentido, la Fundación COLSECOR se propuso llevar a cabo este año un estudio cualitativo sobre adultos mayores, tal como se hizo en 2023 respecto a las juventudes de localidades pequeñas e intermedias de la Argentina. La información y análisis que se obtengan del trabajo de campo serán difundidos al público en general y también compartidos con instituciones y municipios para que sirvan de insumo para la toma de decisiones en acciones y políticas que mejoren la calidad de vida de los adultos mayores. 

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