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Un tancachense que sigue pedaleando por Europa

William Violino. Partió hace varios años de su pueblo natal con la idea de volver pronto pero encontró en Italia, su lugar en el mundo y el punto de largada para distintas aventuras a bordo de su bicicleta.

Regionales 31/07/2023 Tribuna Tribuna
REGIONALES - Violino

Tener la posibilidad de recorrer varios países debe ser una de las fantasías más compartidas, aunque la mayoría ni siquiera se proponga concretarla.

Pero entre tantos “trotamundos”, hay uno que nació en la región y aunque desde hace varios años pasa la mayor parte de su tiempo en el norte italiano, ya es un embajador pedaleando por el viejo mundo.

“Nací y me crié en Tancacha. Trabajaba con mi viejo pero lo que hacía no me gustaba y a los 24 años se me presentó la posibilidad de venir a Italia con la idea de pegarme la vuelta a los dos o tres años” cuenta William Violino que ahora tiene 58 y sigue allá.

Su predilección por recorrer largos caminos sobre dos ruedas, no es nueva, precisamente, el último contacto con TRIBUNA fue hace unos cuatros años para referirse a una experiencia similar que en aquella oportunidad abarcó unos 14 países, con el valor agregado de compartirla con su sobrino Nicolás.

Esta vez emprendió una nueva aventura de manera individual, aunque la soledad es relativa por la cantidad de gente que fue conociendo y la hospitalidad recibida en los 7.600 kilómetros recorridos desde Beinette, el pueblo donde reside, hasta Cappadocia, en Turquía y el regreso al punto de partida.

Su travesía se inició el pasado 2 de mayo y una vez adentrado en Serbia, tuvo una escala especial en Nis, donde pasó a saludar al padre Stefano, conocido en el viaje anterior.

Ya en Rumania, la bici se tomó el primer descanso “en la casa de una familia amiga en Pitesti”, pero no William, quien se tomó un colectivo hasta Bran, en Transilvania, para conocer el Castillo de Drácula y así “cumplir un sueño de chico”.

El reencuentro con su vehículo le permitió salir para Bucarest, capital de ese país, luego cruzar a Bulgaria y llegar hasta Estambul (Turquía), por segunda vez, “también para la bici”, destaca

Ese sería el último país en visitar, aunque más paradas, en Ankara y Cappadoccia, el destino final. En el trayecto, “lugares increíbles, parecía estar dentro de un sueño por esos encantadores paisajes”, describió.

Hasta ese punto, ya llevaba recorrido unos 4.000 kilómetros. “Nunca me sentí cansado, solo, ni lejos de mi casa, gracias a gente amable y disponible, que siempre encontré”.

Dormía en carpa, se cocinaba, pero nunca compró agua, ya que resultaba “una forma más de socializar y conocer gente”. En ese sentido, también citó al té turco; que “te ofrecen en todos lados y a toda hora, ya le había tomado gusto y me sacaba la sed”.

“En esos países, los productos de panadería son baratos, cada noche me hacía alguna pasta, de día comía algo dulce, que me diera energía porque en algunos trayectos eran 60 o 70 kilómetros sin nada en el medio”

Pero más allá del regocijo que pueda generar una experiencia así, William pone el foco en el trabajo diario que implica una travesía de esta magnitud. Al final de cada jornada, el cansancio no es excusa para esquivar la rutina de armar la carpa, hacer compras, cocinar y al otro día arrancar temprano, acomodando todo prolijamente en su lugar. Cada parada a almorzar, también implica sacar nuevamente la carpa al sol para que se seque la humedad de la noche anterior y seguir.

Su programa de regreso para recorrer los 3.600 kilómetros hasta el punto de partida, implicaba un promedio diario de unos 120 kilómetros, para hacerlo “tranquilo y sereno”.

Mediante el puente de Lapseki, a 2.200 metros de altura, volvió al continente europeo, atravesando Grecia, Albania, para luego costear el Mar Adriático, a través de Montenegro, Croacia, Bosnia Herzegovina, nuevamente Croacia, Eslovenia y finalmente Italia.

“Fueron 80 días, viajando solo, nada negativo o feo, feliz de regresar a mi pueblo con toda esa experiencia. Y tantas buenas personas conocidas, que me daban fuerzas para seguir pedaleando”, resume William.

Mantener el contacto con sus hermanos, madre, amigos y una actividad en Carlos Paz, lo incitan a hacen volver cada fin de año y permanecer dos o tres meses.

“En Argentina o Italia, salgo a dar mis vueltas largas en bicicleta para estar entrenado y me gusta tener energía para andar todo el tiempo. No me case, ni tengo hijos y gracias a eso puedo hacer lo que hago, pero nunca perdi la esperanza de encontrar una compañera”, advierte.

“Tengo 58 años. La pregunta más frecuente de la gente era si estoy jubilado. No puedo esperar a jubilarme para hacer un viaje como éste”, le respondía este tancachense que siempre vuelve al “pago”, con nuevas experiencias en su equipaje.

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