LIBREANDO. Las aventuras de la China Iron

Artes y Espectaculos 07 de marzo de 2020 Por Tribuna
Gabriela Cabezón Cámara-(Literatura Random House). Reseña por Mario Trecek.
LITERATURA TRECEK

Carlos Gamerro, indispensable autor argentino, en "Facundo o Martín Fierro" -Los libros que inventaron La Argentina- (Sudamericana), plantea cosas muy interesantes sobre el lenguaje, la amistad de Fierro con Cruz, el rol de Hudson en describir paisajes de América del sur, que José Hernández escamotea.

Sobre la homosexualidad en la literatura nacional, sobre los indígenas, los wincas, las cautivas, los gringos, la mirada de Mansilla, de Sarmiento, Lugones, Martínez Estrada, y claro de Borges, quien exacerba el tema del valor, y del viaje: "El general Quiroga va en coche a la muerte".
   En este libraco, pero que es librazo, menciona a Gabriela Cabezón Cámara, y no es para menos. Acabo de leer este libro, que seguro ingresará al canon de los indispensables para leernos como nación.

¿Hacia dónde?

 Este libro es un viaje en carreta, narrado con desparpajo homoerótico. Una novela queer, que pone en crisis el paradigma del "macho argentino": El gaucho. Sería kitsch, sino estuviera tan, pero tan bien escrito. "Las aventuras de la China Iron" si fuera guión, sería una road movie, una de historia de ruta, una de Cowboy. En este caso no es ruta, sino huella,  de la pampa, donde al final cambian de carruaje, y se suben  como a un gran camalote, a los Wampos, una suerte de islas flotantes, carretas acuáticas "nuestra nación migrando lentamente por el Paraná".  Un país a la deriva, un arca al garete, como un fantasma; "así viajamos" de liberalismo capitalista, a neoliberalismo, pero cada vez con más barbarie, y más sofisticada.

   La "chinita" tenía solo 14 años, y deja a su esposo "legal" que la ganó en una partida de naipes. Él, Martín Iron, digo Fierro, se queda con sus dos hijos. Ella se va, a ser ella. A descubrir mundo, su mundo, el mundo donde no hay fronteras de género, ni alambrado para el sexo. "La cantidad de apetitos que podía tener mi cuerpo: quise ser la mora y la boca que mordía la mora".  

   Será él/ella alternativamente, se trasvestirá, besará a la inglesa, y con esos labios conocerá la palabra internacional, otro idioma, otra lengua, el desarrollo, la máquina, y el tea, digo, té y lo más osado (en estos tiempos de feminismos, y de perspectiva de género, y de matrimonio igualitario), se reencontrará con su esposo y sus hijos en las tolderías, pero él  ahora es rosado, y no solo porque lleva puesta una capa de plumas de flamencos, sino porque murió su "amigovio" Cruz. 

   Dice la voz popular que de eso hay ida, pero no "vuelta". La vuelta de Fierro fue una estrategia literaria del proyecto civilizatorio: pasar del ganado a la agricultura y no la cultura de los indios y gauchos haraganes, comedores de asado, ignorantes de los placeres de lo gourmet. 
   Dice en la novela El coronel Hernández en su Estancia Las Hortencias, "un pueblo que pasa de amasijo de

larvas a masa trabajadora, imaginesé milady, que no será sin dolor" 
   "La falta de ideas me tenía atada, la ignorancia. No sabía que podía andar suelta, no lo supe hasta que lo estuve". Se une a Elizabeth, que busca a su esposo, un inglés de "Inca la perra", como recitan los versos del libro canónico de José Hernández. A diferencia de Liz, ella ni sueña con ir tras su esposo y cuando los encuentran, será un revoltijo, un "crisol de razas".

   La autora usará un lenguaje cultísimo, por momentos poético y luego procaz, donde no se ahorra palabras como puto, y donde semas que designan partes gozosas del cuerpo entran en el sintagma copulando como los animales salvajes, no con la líbido de lo porno, sino con naturalidad, por exceso de naturaleza. "Es también cielo, la tierra de la pampa" puro polvo, tierra y carne

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