LIBRE ANDO. Entra lata, sale tambor.

Artes y Espectaculos 04 de junio de 2021 Por Tribuna
Reseña de “Extraño oficio”, libro de María Teresa Andruetto (Literatura Random House).
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Por Mario Trecek 

La peste del siglo XIV, la negra, llevó cinco siglos develar el misterio de su origen. Finalmente se determinó que no eran las ratas, sino una pulga de las ratas, y solo el avance científico hizo que se pudiera erradicar. Giovanni Bocaccio en su Decamerón, la quiso exorcizar con cuentos. También nos asoló la peste blanca, la de de la  tuberculosis, Margarita Gautier en La Dama de las camelias. La tisis, que valga paradoja, se le llamaba la peste de los artistas, aunque en este caso, más que por el bacilo de Koch, era “malaria” devenida del lunfardo, hambre, es decir que les silbaba el “bagre” En La Traviata está Violeta, o en el cuento de Edgar A Poe en el Sr Valdemar está Marie Duplessis, en Crimen y Castigo Katerine, o Fantine en Los Miserables de Víctor Hugo. Textos donde la peste era un virus, pero casi siempre las victimas, eran pobres. No el caso de Camilo José Cela, que la  padeció, y contó su internación en un sanatorio. Pero la peor peste, no es zoonótica,  es la guerra. Carlos Luis Zafón, en su novela “La sombra del viento”donde sus protagonistas son libros, escritores, lectores, y el “cementerio de los libros perdidos” en la vieja Barcelona de postguerra.

Desde Homero, la sputnik, fue la narración oral, la manera humana de curar nuestros males. La vida como una travesía,  una odisea donde hay que atarse al mástil para escuchar ciertos cantos de sirenas,sin que nos lleve la vida, pero hay que viajar, por la geografía humana. “Ver, escuchar y andar” nos dice María Teresa  Andruetto y con la fórmula mágica. No el “Había una vez” ella con “Extraño oficio el de contar” como afirmación. Alude al decir. Más a la alocución que a la escritura.  Es como la formula de Juan Villoro en “El libro Salvaje” su primer sintagma: Voy a contar lo que ocurrió cuando yo tenía 13 años. Nuestra autora es fiel a la sugerencia de Ürsula K Le Guin “Contar es escuchar” y no tiene un afán veleidoso de intertextos, sino de pura amorosidad. Confiesa, que es heredera, de Syria Poletti, al tomar el testimonio, en esta carrera de posta, que es la literatura. No roba, pide prestado, no se apropia, lo comparte, para oídos ávidos, que siempre piden “contame, contame”

Honestidad intelectual, con el mensaje que toda escritura es deudora y que todos podemos ser “Homero, Teresias o Borges” ciegos. Pero “una ceguera convertida en sabiduría y que nos incita a ver un poco más allá de lo que tenemos,  delante de los ojos” y ella no solo ve, sino que mira para luego escribir o enlazar historias “con alguna misteriosa singularidad” En la Página 130 dice “La inspiración, esa posibilidad del artista de capturar relámpagos de su tiempo y de su circunstancia, para hacer, con esa experiencia particular, algo de todos” porque aunque llueva, todes tendrán paraguas, o para todes, la intemperie. Esa foto es la que quiere.

La fotografía está presente, como en su poema Kodak, fotos que sensibilizan a nuestra autora “Una fotografía en blanco y negro con los bordes ajados” o las de una cámara robada de Auggie Wren del entrañable Paul Auster y su cuento de navidad, de un mentiroso memorable,  o cuando los chicos juegan a sacarse fotos, selfies, con una  ojota. Las imágenes tienen un relato, no hay que pasarlas rápido, sino una por una. “Mirar. Mirar hasta ver” “Tal vez por eso, tenemos la impresión de habitar en una laboratorio de revelado fotográfico” donde el material sensible era el papel y que “bajo ciertas combinaciones, compuestos y acciones, comienza un proceso de visibilización, donde todo parece nacer otra vez, de modo nuevo y con un sentido distinto”.

André Kertész en 1991 publicó un libro “Leer” de fotografías, donde solo muestra la acción de leer a solas, o en una biblioteca,  que es como el templo de esta religión laica. La figura humana gana la escena, y ahí donde se visualiza el “punctum” de Roland Barthes, donde leer es la clave, y sobre todo el sujeto que realiza esta acción. No como un deber, sino como un derecho “La literatura no corrompe ni edifica”“sino que, al traer libremente en sí misma lo que llamamos el bien y lo  que llamamos el mal, humaniza en sentido profundo, pues hace vivir” Antonio Cándido en su ensayo “El derecho a la literatura” y María Teresa Andruetto, como buena costurera, arma con retazos de lecturas, con cuadraditos de lana tejida, un edredón, una suerte de wiphala de invierno, agregando color y calor al sueño, y lo hará con magia “Un buen mago debe tener dos bocas: Una para anunciar el truco y otra para callar la trampa”  “Lo que para unos es trapo, otros lo convierten en bandera” Cada texto, de no más de tres páginas, pensados para ser leídos en voz alta, en la radio, ya que fueron concebidos, para una columna en  el programa de Cristian Maldonado, en Radio Universidad Córdoba. Cada texto tiene uno o varios personajes, porque le interesa lo coral, lo colectivo, y sobre todo lo popular. Lo real y No. Lo misterioso y No. Como el caso Amanda y la referencia a Antonio Di Benedetto, en una situación “embarazosa”.

Es que en la literatura, como la en la vida “una cosa lleva a la otra” uno arma su propio texto, con pre-textos “entra lata y sale tambor” valiéndose por ejemplo de una canción infantil “a la lata, al latero, a la hija del chocolatero” juego de palabras y de objetos. Como lo hace el lutier Miguel Ángel Luquez,  Fabio Chávez o Don Colá que hizo una guitarra con latas y madera de palllets, y suenan en la orquesta Caeura, de un barrio enclavado en un basural del Paraguay. Regazzoni, con metales de desecho, construye esculturas, o Alejandro Marmo que con las esquirlas de las explosiones de Fábrica Militar Río Tercero, hizo la Abeja de la Media Luna, en la Casa de la Cultura y luego con Daniel Santoro, la efigie metálica de Eva Perón en la Av. 9 de Julio en la fachada del Ministerio de Acción Social. Eva me remite al curandero Gerónimo Solané, entrerriano, que pasa por Rosario, para recalar finalmente en Tandil, se arma una revuelta, y muere con una agujero en el poncho, y en el cuerpo. Para escarnio, lo entierran  de pie en la Plaza central para que todos los pisoteen “como a Eva tantos años más tarde” Para que no descansen en paz. Mujer que rompen con el mandato social que detrás de un gran hombre hay una gran mujer. Perdón...al lado, al lado, como Eva, o como Enriqueta Muñiz la compañera, amante, de Rodolfo Walsh, que Marcelo Figueras en “El negro corazón del crimen” narra y en  “Extraño oficio” el autor de la Carta a la Junta, confiesa “Puedo decírtelo porque no hablo de mí como persona, sino desde esa milagrosa entidad única que éramos los dos juntos (…) En todo caso si hablo de mí, hablo de alguien que me trascendía”

“Extraño oficio” también es un libro feminista, fiel a “Lengua madre” Reivindica a las mucamas, eufemismos como “la chica que limpia” porque para el aseo, lavar la ropa, los platos, y los chicos, y los culos ajenos, las mujeres. Era un fatal mandato. Una mujer sola escapa del fuego con sus hijos, de la pieza incendiada, y la sororidad aparece, con nombre “angelical” confirmando ese sema tan preciado “agradecimiento” Empatía por el prójimo. Este libro está lleno de esa mirada, pero no compasiva, sino solidaria. Una autora que decide visibilizar a “feos, sucios y pobres” a los débiles, a las víctimas. Como los nietos recuperados, como María de las Victorias “el nombre es algo que conservo, algo que mis padres me dieron, y nadie pudo quitarme” y que cada quien tiene su “vereda” o la tierna historia del mejor café de Bs As en el hotel de la calle Callao, los de Paulina.

Tiene muchas facetas este libro, mucha y linda información, para remitirse a otros textos, a otras fuentes, desde el periodismo a la literatura. Retomo al escritor mejicano y su Juanito, cuando su tío, dueño de una maravillosa biblioteca le sentencia “Nada tiene tanto carácter como un libro. Una biblioteca es un almario: una colección de almas, sobrino” “Los libros no quieren ser leídos por cualquiera, quieren ser leídos por las mejores personas, por eso buscan a sus lectores” y utilizo una  categoría de este libro infanto-juvenil de Villoro, que también recomiendo “se un lector prínceps” Único “que no es el que lee más libros sino el que encuentra más cosas en lo que lee” y en este libro “Extraño oficio” no es un almacén, sino un supermercado. Obtendrás placer, y satisfacción de tener una lección estética, y una educación ética. Hay dos reseñas que son para un taller literario, la metamorfosis que va de la prosa, a la poesía. Porque se relegan los detalles, y se adensan los sentidos, lo sentido. Sus textos no se retuercen en los textos, sino en las “Pessoas”  Los Fernandos, y tantas personas. Literatura que sea “cariciosa” pero también de “desasosiego”.

En el tango, hay muchas mujeres, pero hay una que la llaman simplemente María. En medio de una Marcha por los Derechos Humanos, la esposa del editor Bournichon, le pide a la poeta, o al hombre de “de brazos fuertes, y de barba oscura” podrías conseguirme “dos patitos”  Pero no los de la caja de fósforos, ni los “patitos degollados” del poeta Gustavo Borga, o el Patito Feo de Hans Christian Andersen (Premio  internacional homónimo que la autora ganara unos años después) sino dos patitos amarillos, tan suavecitos, como  estos textos, que vienen de Cabana, de las  Sierras Chicas.

Así son las Marías. Mi madre que además era Aurora, o la María de ascendencia siria (como mi  apellido materno, Azar) docente en los valles calchaquiés, o la nieta de Teresa, con nombre de vieja, pero a ella no le gustaba porque era un nombre de santas o de reinas, y un poco Teresita porque así la llamaba su padre o como la llamamos en todos lados, La Tere. María Teresa Andruetto, es la que nos regala en todos sus textos, una manera de ver el mundo, y nos propone una “Esquina del universo” como dijo el querido Alejandro Schmidt. Para no olvidar  puede que “El patri-monio, los bienes, la tierra que se habita sean de los padres, pero es materna, aunque haya sido legada por un hombre, la lengua que nos cobija”. ¿Un regalo de Papá Noel?  No, de la Mamma.

 

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