El rol fundamental que tuvo una empresa de emergencias frente a la peor tragedia

Locales 28 de noviembre de 2020 Por Tribuna
Un destacado rol frente a la emergencia tuvo todo el personal de la empresa Lomar cuando debió enfrentarse a las consecuencias de las explosiones de la Fábrica Militar. Con compromiso, voluntad y sobreponiéndose a sus propios problemas, los empleados trabajaron días enteros sin descanso para asistir a la población
LOCALES Lomar

Solo minutos pueden marcar la diferencia entre salvar o no la vida de una persona. Y aunque hacía cinco meses que el servicio estaba activo, todo el personal lo tenía incorporado a la perfección. Por esa razón nadie dudó en asistir a la emergencia, con acciones algo desajustadas al comienzo, con desconcierto después, pero con una voluntad infinita. Es que el personal de la empresa Lomar, al igual que el resto de los riotercerenses, nunca imaginó la magnitud que podían llegar a tener las explosiones de la Fábrica Militar.

El rol de la única empresa que prestaba servicios de emergencia en la ciudad fue entonces invaluable. Sobreponiéndose a los problemas personales comunes a todos los habitantes, cada uno de quienes integraban el servicio de emergencias se dedicó a cumplir su rol.

“No habíamos imaginado que una situación como aquella pudiera darse. Nunca había ocurrido una cosa semejante. No sabíamos lo que pasaba”, admite Ramón Munné sobre la situación que se vivía en la sede de la calle Deán Funes aquella mañana del 3 de noviembre de 1995 cuando volaron los polvorines de la Fábrica Militar.

Por aquellos años Munné era junto a sus dos socios director de Lomar. Se encontraba en las oficinas dando las primeras instrucciones de la mañana a todo el personal. Su hijo Daniel, quien actualmente cumple el rol de director junto a Mirtha Lo Tito y Ana María Huergo, fue quien a los pocos minutos se encargó de coordinar el operativo.

“Cuando llegué a la empresa ya habían salido algunas ambulancias porque en realidad no teníamos dimensión de lo que había pasado. En el medio del caos nos pusimos a organizar todo. Entonces no había celulares así que la comunicación era por handy. Hubo un gran compromiso de toda la gente”, resalta Daniel Munné.
Ana María Huergo, hija de uno de los socios fundadores de la firma, recuerda aun conmovida cómo se vivió aquella mañana calurosa de noviembre: “Vivíamos muy cerca de la Fábrica y mi esposo -Gustavo Figueroa, chofer de ambulancia- lo primero que hizo al ver el hongo fue ir a buscarnos. Nos llevó a la casa de mi padre y no lo vi más hasta el domingo”. 

Así como Figueroa -quien actualmente es coordinador operativo de la División Salud de la empresa- se dedicó durante dos días al trabajo de asistir a quienes lo necesitaran, el resto del personal de Lomar se brindó por completo.
“Fue un trabajo muy grande pero creo que lo que ayudó mucho fue la autoevacuación que hizo la gente”, reflexiona Figueroa.

Pasadas las horas más críticas muchos de los empleados de Lomar se encontraron sin casa para volver: “Ante esa situación fueron varios los que durante unos 20 días vivieron aquí. Había colchones en el piso”, recuerda Daniel.
El compromiso de paramédicos, médicos y choferes fue tal que la empresa decidió armar un  puesto de atención en el salón del Club 9 de Julio, donde había  evacuados. “Se hizo sin que nadie lo pidiera, era como una base para poder dar respuesta a toda la gente que lo necesitaba”, dice. 

Un milagro
La jornada del 3 de noviembre estuvo repleta de milagros. Y quizás cada riotercerense tenga uno para relatar. Ramón Munné tiene el propio: “Lo que más me impactó de aquel día es que una ambulancia estando adentro del predio de la fábrica con una persona herida fue sorprendida por la segunda explosión, la hizo girar sobre sí misma y ni siquiera le pinchó una cubierta”, recuerda.
Ramón destaca el trabajo de cada uno de quienes integraban el servicio de emergencias y asegura que hasta su hijo Daniel asumió el rol de chofer porque “no dábamos a basto, todos debían hacer trabajos de lo que fuera para poder atender a toda la gente”.

Un cambio

Enfrentar aquella tragedia significó para la empresa Lomar un antes y un después. Así lo asegura Mirtha Lo Tito. “Fue algo que nadie esperaba, un desafío”, sostiene.
“Vivir esa experiencia sirvió y mucho. A los dos años cuando ocurrió el incendio del supermercado Americanos, el personal acudió ante la emergencia rápidamente, de manera ordenada”, reconoce Ana María.
Río Tercero no estaba preparada para una tragedia semejante. Hasta entonces el área de Defensa Civil tenía apenas protagonismo y las empresas no podían dar respuestas ante un evento de este tipo. “A partir de allí se comenzó a potenciar el Plan APELL en el que participamos desde un primer momento, además hicimos énfasis en la capacitación del personal y en la previsión”, reconoce Daniel.

Con sus emociones y temores, con su mezcla de adrenalina y orgullo, y con su dolor cuando las cosas no salieron tan bien, el personal de Lomar se convirtió en pieza clave para asistir a los riotercerenses. “Cuando la ayuda que llegó de afuera se retiró, aquí quedamos nosotros ante una ciudad devastada y con la gente con necesidades que tratamos de atender de la mejor manera, afrontándolo con compromiso”, reflexiona Munné

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