La "Sonata a Kreutzer" es una de las piezas más célebres de Beethoven, con gran inspiración, técnica e intensidad destacables, y fue creada en 1805. Es la obra que integra el 34º envío del Ciclo Musical Virtual que organizan la Biblioteca Urqiza y la UNI 3.

En esta grabación, la obra es interpretada por el Dúo Isas-Kwiek, de la ciudad de Buenos Aires, que realizó una presentación en la Biblioteca Urquiza en el año 2016, con el auspicio de la Fundación ProArte de la ciudad de Córdoba.
 A través de las redes sociales de la Biblioteca Urquiza -Facebook e Instagram- y Youtube se puede acceder al envío musical.

El tercer movimiento final de la obra -Presto- inicia con un simple acorde como introducción y desarrolla una tarantela, virtuosa y exuberante, en rondó. Después de episodios contrastantes la obra concluye jubilosamente, impetuosa y arrolladora. Se perciben fuerza y pasión, de crispación romántica, que requieren una gran exigencia expresiva por parte de los intérpretes.

En el caso particular de las sonatas para violín y piano, Beethoven partía de los modelos mozartianos, pero supo dotar a un género que estaba centrado en el piano -con el violín como mero acompañamiento- de un verdadero diálogo entre ambos instrumentos, y en ocasiones con el violín como instrumento principal. Se ha tratado mucho el arte pianístico de Beethoven, sin embargo, casi nunca se pone de relieve su condición de violinista, ni el dominio que llegó a poseer de los recursos de este instrumento. 

En realidad, la Sonata Op. 47  "a Kreutzer", Beethoven la escribió pensando en las posibilidades técnicas y expresivas del violinista inglés Bridgetower. Una rivalidad amorosa relacionada con la joven Giulietta Guiciardi, enemistó a los dos artistas, y Beethoven cambió la dedicatoria para el violinista francés Kreutzer. 

Esta obra inspiró a artistas de diversos géneros, pudiendo citarse entre ellos a Tolstoi en un concierto en 1885, a quien escuchar el primer movimiento, le inspiró la novela breve “Sonata a Kreutzer”, que en un fragmento expresa: “Nunca había visto a mi mujer como esa noche: centelleantes los ojos, grave su expresión mientras tocaba, con una definitiva languidez y una débil sonrisa, satisfecha y patética al finalizar. Vi todo aquello pero sin atribuirle ningún significado, salvo que ella experimentaba el mismo sentimiento que yo. Y casi no me sentía celoso”.